CRÍTICA DE TV

Juegos

Han llegado los XXIX Juegos Olímpicos, los de Pekín. Y lo han hecho con una deslumbrante ceremonia de apertura que mostró los 5.000 años de historia china, con especial atención a inventos como la pólvora (espectaculares fuegos artificiales) y el papel. En ella participaron 70.000 personas, entre organizadores, técnicos y Policía. Otras 90.000 la presenciaron desde el interior del Estadio Nacional y, sobre todo, fue vista por más de 4.000 millones de personas en todo el mundo. No olvidemos que las Olimpiadas son, sobre todo, un espectáculo televisivo de primera magnitud.

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A la espera de que se empiecen a batir récords y de que nuestros deportistas comiencen a darnos satisfacciones en forma de medallas, la apertura ha resultado sencillamente apabullante. Barcelona puso, en 1992, estas ceremonias en lo alto del podium, y convirtió las aperturas en una competición más entre las diferentes ciudades.

El secreto sobre lo que se iba a ver ha provocado también una competición por ver quién desvelaba uno de los secretos mejor guardados. La discutible medalla fue para un canal surcoreano que, como no podía ser de otra forma, colgó las imágenes en Internet. La plasticidad, las coreografías perfectas, el colorido... todo resultó apabullante, un espectáculo televisivo de primera magnitud, aunque TVE 1 aprovechó los desfiles de los países participantes para meter tal cantidad de anuncios que escamoteó delegaciones y apenas dejó disfrutar del desfile.

El último portador de la antorcha olímpica voló, literalmente, como los personajes de las películas del responsable de la gala, Zhang Yimou, para encender la llama olímpica que preside los Juegos. Su trabajo como responsable de la ceremonia ha dejado el listón muy alto y merece una medalla de oro. Es de esperar que los hitos deportivos que se van a ir sucediendo estos días estén a la misma altura. Desde ayer y hasta que finalicen los juegos, mirar la televisión es también una disciplina olímpica.