ESTADIO NACIONAL. La fachada de acero de 'El nido' se ha convertido en el símbolo de los Juegos Olímpicos de Pekín. / AFP
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La capital de los nuevos faraones

China no ha regateado un céntimo en la construcción de unas colosales instalaciones deportivas que son la envidia del mundo

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Es difícil mantener el control sobre la mandíbula. Frente a las instalaciones olímpicas de Pekín tiende a desencajarse y a dejar correr la baba. Es imposible no estremecerse ante semejantes joyas de la arquitectura, muestra de que los faraones del siglo XXI no tienen nada que envidiar a los que mandaron erigir las pirámides de Egipto. Las dimensiones colosales de los estadios, teatros y edificios públicos construidos con motivo de los Juegos de 2008 crean en el visitante una angustiosa sensación de ser insignificante. Y, por si fuera poco, no veremos retoques de última hora. Es la primera vez que el Comité Olímpico Internacional ha tenido que exigir que se frenara el ritmo de construcción. Y es que, en China, la construcción trabaja las 24 horas del día, los siete días de la semana.

'Las perneras del pantalón', 'el nido de golondrina', 'el huevo de pato', y 'el cubo de agua'. Son algunos ejemplos de los motes que reciben las nuevas construcciones que deslumbran en los cuatro puntos cardinales de la ciudad. Pero la mayor transformación vendrá de la mano de un nuevo Centro Financiero Central, cuyo emblema serán las torres gemelas de 230 metros de altura, unidas por una plataforma en lo alto, que acogerán la nueva sede de la televisión china (CCTV), y que parecen desafiar las leyes de la física. La construcción del impresionante edificio, diseñado por Kolhaas, ya se encuentra casi finalizada, y se adivinan las razones por las que los pekineses han denominado al conjunto 'las perneras del pantalón'. No hay duda de que será futuro escenario de alguna campaña de publicidad de vaqueros. Seguramente, Mao no tenía en mente nada parecido cuando pensaba en la capital de su país como un centro industrial cuyo horizonte soñaba lleno de chimeneas. Y si el Gran Timonel levantara la cabeza seguramente se llevaría las manos a la misma al ver un ovni caído en un lago artificial creado frente a la Ciudad Prohibida. El Teatro Nacional, del francés Paul Andreu, es otro de los edificios clave de estos Juegos Olímpicos, y ha levantado ampollas entre quienes critican la falta de planificación urbanística de un Pekín ecléctico. En su gigantesca sala no se practicará deporte alguno, pero sonarán los acordes de la ópera tradicional china, se llevarán a cabo espectaculares acrobacias y quizá sea también el escenario escogido para representaciones más vanguardistas. En total, durante los Juegos habrá más de un centenar de actividades culturales cuya espectacularidad sin duda rivalizará con la de los edificios que las acojan.

Pero, sin duda, los visitantes de la capital no tendrán que esperar a entrar en el teatro para quedar boquiabiertos. Nada más pisar suelo pequinés les espera la Terminal 3 de Norman Foster, la más grande e impresionante del planeta, combinación de elementos tradicionales chinos, como las columnas rojas que parecen sacadas de cualquier templo, y última tecnología, entre la que se incluye un grupo de robots con la forma de las cinco mascotas 'fuwa' que dan la bienvenida e información en una decena de idiomas.

La joya de la corona

Pero las joyas de la corona tienen que ver con los cinco aros olímpicos, y son el producto de más de 28.000 millones de euros invertidos en infraestructuras, sobre todo en la construcción de 37 estadios, en cuya categoría la estrella es el Estadio Nacional, alias el nido. Su intrincada fachada de acero se ha convertido en el símbolo de Pekín 2008, y desde que los suizos Herzog esbozaron los primeros diseños, la atención del público se ha centrado en este gigante con capacidad para 91.000 personas que durante los Juegos será forzada hasta 100.000.

Buena prueba de ello son las aglomeraciones que se forman en la autopista elevada cercana, el único punto desde el que se podía tener una vista decente durante su construcción. Tal era la expectación, y el peligro de caída o atropello, que las autoridades decidieron apostar allí un par de coches patrulla para impedir acciones suicidas de curiosos en pos de una fotografía del edificio más deseado, cuyo presupuesto ha rondado los 500 millones de euros. Ahora, tiempo después de que el misterio quedara desvelado, todavía son miles los que van a los alrededores del buque insignia de los Juegos para retratarse con los dedos formando la V de victoria.

No muy lejos se encuentra la otra estrella. El cubo de agua, oficialmente el Centro Acuático Nacional, es otro milagro de la arquitectura, y perfectamente podría haber salido de una película de ciencia ficción. El exterior imita gigantescas gotas de agua, y está construido con materiales especiales, fibras y polímeros ultrarresistentes, capaces de ahorrar hasta un 30% de la energía que se desperdiciaría si se hubiera utilizado hormigón.

Y desperdicio es una palabra que los organizadores de Pekín 2008 se han cuidado mucho de evitar. De hecho, el Gobierno se vanagloria de haber utilizado el mismo presupuesto de Atenas 2004 para proporcionar una Olimpiada plagada de superlativos -aunque no haya sido así. China ha invertido tres veces más que Grecia-. Será la que acoja mayor número de disciplinas y deportistas, la que tendrá los mayores estadios y la mejor villa olímpica (en palabras del presidente del COI), la que se celebre en el mayor número de ciudades, y un largo etcétera de mayores y mejores. Pero hay truco: parte del dinero utilizado ha sido donado por los chinos que viven en el extranjero, que ellos solos han financiado la totalidad de 'el nido'.

En miniatura

Según los organizadores, tampoco se dará la temida recesión post olímpica, que en Atenas, donde se celebró la Olimpiada más cara de la historia, se tradujo en un déficit presupuestario del 6,1%, y donde el mantenimiento de las infraestructuras olímpicas, hogar ahora de montañas de polvo, cuesta a las arcas del estado griego la friolera de 100 millones de euros al año. Según Pekín, nada de eso sucederá en China, porque estas son los Juegos Olímpicos del pueblo, y será éste el que llene los estadios cuando el frenesí de Pekín 2008 se haya desvanecido. Las obras faraónicas de la XXIX Olimpiada no tendrán fecha de caducidad, ya que serán utilizadas a menudo cuando finalicen las citas olímpica y paralímpica. De hecho, algunas instalaciones se han construido junto a universidades que no contaban con espacio deportivo alguno, y otras servirán de centros deportivos y recreativos de barrio.

Nada mejor para comprobar el espectacular cambio de la capital como una visita al Centro de Planificación Urbanística, al sur de Tiananmen. En este museo se recogen documentos gráficos del Pekín antiguo, y se realizan montajes audiovisuales para que el visitante no pierda un ápice de cómo el Partido Comunista ha continuado con la megalomanía de los emperadores que levantaron la Ciudad Prohibida o el Palacio de Verano. No sale barato el reto: 1.300 millones de euros se han dejado, oficialmente, en la construcción de las nuevas instalaciones deportivas. La mayor sorpresa espera en la última planta, que acoge la maqueta de toda la ciudad. Creada sobre imágenes de satélite, muestra con gran fidelidad todos los edificios que componen el explosivo cóctel de 15 millones de habitantes de Pekín. La Ciudad Prohibida, considerada en su día de proporciones espectaculares, ahora no es más que una gota en el océano de asfalto. Y Tiananmen, la mayor plaza del mundo, otra.