ENSAYO. Varios artistas practican para la ceremonia inaugural. / EFE
Deportes/Mas-Deportes

Los Juegos de la desmesura

Con el triple de presupuesto de la anterior Olimpiada celebrada en Atenas, la cita olímpica asiática ha transformado la cara de la capital del país chino

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

El avión entre Madrid y Pekín se come una noche. Es un viaje hacia la madrugada. Así es el cambio horario: se pasa de un día a otro sin apenas oscuridad. El aeropuerto de la capital china sirve como ejemplo de lo que espera: la desmesura. Es cinco veces más grande que Heathrow, el aeropuerto londinense. Y eso que, al llegar, no se ve del todo. Su estructura queda velada por una nube pegajosa, lenta. Los extranjeros lo llaman polución; los pekineses, aire. El sol es como una pelota de ping pong naranja. Se le puede mirar a la cara gracias a esa película de polvo. Aunque matizado, el astro alumbra la terminal diseñada por Norman Foster: 50.000 obreros pusieron mano al trazo del arquitecto británico. A destajo: ni festivos ni vacaciones. Todo por los Juegos Olímpicos del 'gigante' asiático.

Aquí todo es a escala china. Hay 100.000 militares y policías encargados de que no pestañee ningún alborotador. De la cara alegre de la cita olímpica se encargan los 70.000 voluntarios que atienden a deportistas, miembros de los comités olímpicos y periodistas. Hay otros 300.000 jóvenes sonrientes repartidos por la ciudad y las sedes. Si surge un problema, de inmediato aparece una mueca agradable. Voluntaria. Y en inglés, el idioma de conexión. Que no falte de nada. Para eso, el Gobierno chino ha invertido más que nadie: unos 26.000 millones de euros. A repartir en apenas dos semanas de competición. Tremendo. En Atenas 2004, el gasto fue de poco más de nueve mil millones. Y Londres 2012 tiene fijado un presupuesto de 12.000 millones. Ni la mitad.

China es así. En 2004, el Comité Olímpico Internacional (COI) rogó a los organizadores de Pekín 2008 que rebajaran su inversión.

Cuestión de honor

Demasiado grande. Pero China considera los Juegos una cuestión de «honor». Sin precio. Es un país que lleva metido más de una década en la preparación de las próximas dos semanas. Tiene la mejor cantera de deportistas: 1.300 millones de aspirantes. Y cerca de 3.000 escuelas de alto rendimiento. De ellas, más de 200 son auténticas fábricas de campeones. Niños convertidos en deportistas profesionales. Su día está pautado entre un rato para los estudios y todo del resto para el deporte. Sin familia. Sin otro objetivo que Pekín 2008. El orgullo nacional.

En Atenas 2004, China obtuvo 32 medallas de oro; 63 metales en total. Cerca ya de Estados Unidos (36 de sus 102 medallas fueron de oro). Ése es el reto chino: los 40 oros. Batir al 'americano' cueste lo que cueste. Vale todo. Desde triturar los hutongs (barrios marginales) para crear el perfil de rascacielos del Pekín actual, hasta prohibir las estridentes costumbres locales: los escupitajos o esa mala manía de combinar los zapatos negros con calcetines blancos. Y si hay que convertir en espías a los taxistas, pues venga. Y venga también si hay que bombardear las nubes para disipar la polución o si hay trucar la edad de gimnastas como He Kexin o Jiang Yuyuan, niñas que hace unos meses tenían 14 años y que ahora, milagrosamente, acaban de cumplir 16, la edad mínima para estar en los Juegos... Lo importante es que los 639 deportistas olímpicos chinos -la delegación más numerosa- rentabilice el mayor despliegue económico hecho jamás en el deporte. El viernes es la ceremonia de apertura. Y será a la manera china: con más de 1.800 puntos de Pekín lanzando fuegos artificiales. Suyo es el invento de la pólvora y suyos son ya los Juegos de la desmesura. Gigantescos. La talla de China.