DOLOR. Ofrenda floral organizada por la AVT ayer en la plaza de la República Dominicana de Madrid. / EFE
ESPAÑA

Veintidós años atormentados

Tres supervivientes de la bomba que mató a 12 guardias civiles afirman que la excarcelación de De Juana les ha afectado

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Ayer fue un día duro para José Antonio, Manuel y J. A. A. La excarcelación de Iñaki de Juana Chaos les duele por considerarla «injusta», y porque les obliga a recordar. A removerse por dentro al pensar en ese 14 de julio de 1986 en la plaza de la República Dominicana de Madrid, donde una camioneta bomba reventó al paso del autobús en el que viajaban, en compañía de otros cuarenta guardias civiles en prácticas. Eran unos veinteañeros que acudían a realizar el curso de motocicleta. Murieron doce personas y decenas quedaron malheridas para siempre. Fue el atentado más sobrecogedor por el que se condenó a De Juana, cuyo historial recoge 25 asesinatos. Aunque ellos tres sobrevivieron, llevan desde entonces «guerreando con las secuelas» psicológicas de aquella barbarie.

Su horror es casi diario, y más ahora que saben que quien les quiso matar está en la calle. A pesar de que ya han pasado 22 años la imagen de De Juana Chaos y las noticias sobre él llevan la inquietud hasta sus víctimas. Otra vez «a dormir mal, las pesadillas», repasa José Antonio Marco, de 41 años. «A veces ese recuerdo se despierta dentro de ti y revives el terror. Te amarga. Te hace recordar todo y hay momentos muy duros...».

Ese lunes 14 de julio de 1986 los tres protagonistas de esta historia se despertaron en la academia-residencia que la Guardia Civil tiene en el parque de automovilismo de Madrid. Iban para guardias civiles de tráfico y tenían que desplazarse hasta Ventalarrubia, en Campamento, para realizar las prácticas. Desayunaron y bajaron a coger el autobús, en el que ocupaban los puestos por orden de llegada. Al azar. El vehículo arrancó camino de su destino. Era un día soleado.

Oscuridad, sangre y humo

J. A. A., hoy con 43 años estaba encantado de la vida. Recién casado, se reencontraba con sus compañeros, chavales de 20 a 23 años la mayoría. La vida de todos cambió para siempre cuando el autobús enfiló hacia República Dominicana. «Al entrar en la plaza se hizo el silencio. No sé por qué. Oímos una detonación. De un día soleado pasamos a oscuridad, sangre y humo. Mi compañero de al lado estaba destrozado. Ya no sé ni quién era. Aparecí en mitad de la plaza, no sé ni cómo llegué. Un coche privado me llevó al hospital de La Paz». J. A. A., entonces con 21 años, tenía cristales clavados en la cabeza y los tímpanos destrozados -ha perdido el 60% de capacidad de su oído derecho-.

El autobús recibió el impacto de la explosión en la parte de atrás, pero eso no evitó que todo el pasaje resultara afectado. Los terroristas habían cargado de metralla la furgoneta 'Saba' que hizo de bomba, lo que multiplicó las heridas.

José Antonio Marco jamás olvidará lo que se encontró, muestra de la brutalidad del 'comando Madrid'. «Había eslabones de cadena cortados. Sólo de recordarlo se me ponen los pelos de punta». Le tiembla la voz. «Los terroristas se tomaron su tiempo preparando la metralla. Querían cargarse a todos los que íbamos en el autobús». José Antonio sufrió perforación de tímpanos y múltiples lesiones por la rotura de cristales y trozos de chapa del autocar. Un tornillo de la metralla despedido por la deflagración le pasó cerca e impactó en la cabeza de su compañero de asiento, que salvó la vida milagrosamente.

Manuel Mata tenía entonces 20 años. Él estuvo 14 días de baja, pero el lastre psicológico continúa. No hay consuelo para ellos. Pese a que De Juana ha cumplido su condena, los tres supervivientes juzgan «indigna» su salida de la cárcel. «No sale ni a un año por asesinato», se queja Manuel.

Con De Juana otra vez en el primer plano de sus vidas, la ansiedad se hace más acusada que de costumbre; nunca han logrado desembarazarse del trauma. El tormento sigue, 22 años después.

Pero José Antonio Marco quiere echarle valor. «Cuesta enfrentarse a ello. Sé que está suelto. Y me pregunto, ¿y si te lo encuentras de cara? Me podría encontrar con él. Seguro que el que se esconde soy yo y no él. ¿Qué vergüenza! Soy una víctima y parece que tenga que ocultarme. Pues no. No lo haré».