GENIOS. José Tomás saluda a Rafael de Paula en el homenaje que el diestro jerezano recibió en Madrid hace poco más de dos años. / LA VOZ
Jerez

Revolución torera (al ganadero fernando domecq lópez de carrizosa)

Dicen los aficionados que José Tomás ha venido a revolucionar el toreo.

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Según Dª María Moliner: una revolución es una alteración grave, extensa y duradera del orden público, encaminada a cambiar un sistema, un régimen, un estado de cosas, etc

El torero José Tomás, con el sitio que tiene, mejor dicho, en el sitio donde se pone, esta provocando otras de las acepciones que tiene el termino revolución; prosigue Dª Maria: una conmoción, una sacudida, un trastorno, una rebelión, una sublevación; generalmente llevadas a cabo por un agitador, un alborotador, un rebelde, un subversivo, un díscolo.

No cabe duda, que con su toreo y su forma de ponerse delante del toro dejándose coger, el torero José Tomás esta arrogándose todas estas acepciones y calificativos, consiguiendo (no se si conscientemente) provocar en los aficionados sentimientos adversos de: excitación, preocupación y descontento, alterando los cánones por donde hasta ahora ha discurrido nuestra fiesta.

No seré yo el que formule aquí cuales deben ser las directrices o normas por las que deben regirse los toreros, allá cada cual con su concepto, lo que si creo poder manifestar son mis gustos.

Lo que mas me gusta del mundo es que me digan torero. Me decía por lo bajini el torero Rafael de Paula, cuando descendíamos las escaleras de un conocido hotel madrileño, mientras que dos señoras al reconocerlo piropeaban desde lejos su torería.

Corrían tiempos en los que Paco Ojeda se ponía los pitones en el triangulo de Escarpa, Paquirri ofrecía vergüenza a la tarde, Curro con su pinturería nos traía la fragancia sevillana y el gitano de Jerez con su profundidad se nos antojaba el paradigma del toreo.

En todos existía un denominador común: el aseo y la torería.

Habíamos dejado atrás los años del tremendismo, de los innecesarios revolcones, los ternos rotos y ensangrentados, los toreros descalzados y las caras polvorientas. Ese toreo aseado y dominador de Antoñete o Camino que ahora preconiza Ponce y que, guste mas o menos, es el verdadero toreo, el de la belleza plástica y la conjunción estética en el encuentro del toro y el torero.

El valor de ponerse delante de una alimaña y burlarla solo con el juego que la muñeca le imprime a la pañosa: sometiéndolo, ciñiéndoselo a la cintura, atrincherándolo, venciéndolo y rindiéndolo a su potestad torera. Ese debe ser el toreo: el dominio, que con el uso de la técnica y de la inteligencia ejerce el torero sobre el toro. ¿Qué razón tiene si no ese arte? ¿Dónde radica su atractivo? Sino en la belleza que resume ver cómo un perfil de seda y oro se pasa los pitones por las taleguillas, en una suma de armónicos compases en donde, como si fuera un baile galante, el torero flirtea con el toro en un juego de la vida con la muerte.

Pleno de singularidad, estética, música y poesía, en tarde multicolor y embriagadora de los sentidos, en la que el valor domina al temor y la inteligencia, la técnica y el oficio ofrecen seguridad y armonía a la tarde.

¿Qué pretende entonces el torero que se deja arrollar por la fiera? ¿O se echa encima de la testud como si fuera un forçao, permitiendo que el toro lo atropelle poniéndose en su paso? Apareciendo ensangrentado tras el embroque, cosido a cornadas mientras la masas enardecidas lo proclaman vencedor como si de un gladiador romano se tratara.

¿Es ese el are del Birli-birloque? ¿El concepto que, a pesar de la evolución, tenemos desde Gerión o Curro Cúchares?

Siendo, quizá, el torero que mejor hayamos visto torear al natural; ahora, sin embargo, nos parece que ignora que cada toro tiene su lidia, que por mucho valor que se tenga, todos los toros no admiten que se les haga lo mismo. Que a fuerza, el toro siempre vencerá, no digamos el que sale con malos instintos. En el supuesto extremo de que el toro estuviera toreado: ¿le haría lo mismo? Por muy pocas luces que se tenga, cualquier persona se aparta de la vía al ver venir el tren. ¿Es eso ser torero? ¿Dejarse arrollar o torear para sortear las embestidas de una fiera?