Antonio Ceballos. / V. LÓPEZ
CÁDIZ

El obispo preside el XVIII Encuentro Nacional del Orden de las Vírgenes Consagradas

En la Iglesia de Santiago de nuestra Capital, el Obispo de Cádiz y Ceuta, monseñor Antonio Ceballos, clausuró ayer del 18 Encuentro Nacional de Vírgenes Consagradas al que han acudido 47 señoras provenientes de todas las diócesis españolas con la intención de profundizar en el conocimiento de las peculiaridades de su carisma. El Orden de Vírgenes Consagradas está constituido por mujeres que se entregan a Dios mediante el voto de virginidad y que deciden servir a la Iglesia viviendo en el mundo e integradas en la sociedad mediante el ejercicio de las diferentes profesiones.

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Aunque es una de las formas de vida consagrada más antigua dentro de la Iglesia Católica, no hemos de confundirla con las órdenes religiosas femeninas. Sus funciones están fijadas en el Nuevo Derecho Canónico que, desde 1983, les ha abierto la posibilidad de que se asocien «para cumplir su propósito con mayor fidelidad y para realizar, mediante la ayuda mutua, el servicio de la Iglesia congruente con su propio estado».

Valor de libertad

El Obispo Diocesano ha recordado cómo este tipo de vida consagrada -don de la Iglesia y para la Iglesia- hunde sus raíces en los inicios del cristianismo, en unos tiempos en los que la virginidad de la mujer era un valor de libertad en una sociedad que sólo concebía para ellas la vía del matrimonio. Estas mujeres, como las cuatro hijas del diácono Felipe, que eran vírgenes y profetizaban denunciando las desigualdades (Hechos de los Apóstoles, 21, 8-10), viven la fraternidad evangélica y siguen poniendo en evidencia la novedad actual de los mensajes evangélicos.