QUINTAL. Los pesadores y el fiel comprueban el peso de los trozos de corcho que se extraen. / A. R.
Ciudadanos

La figura del descorchador se adapta al paso de los años para sobrevivir

La extracción del corcho produce unos 80.000 jornales por campaña en Andalucía, la mayoría de ellos en el Parque de los Alcornocales

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La Consejería de Medio Ambiente ha otorgado este año licencias para la extracción de corcho en 5.000 hectáreas del Parque Natural de los Alcornocales, entre parcelas privadas y públicas. En las fincas de la Junta de Andalucía, algunas de ellas son descorchadas por la empresa pública Egmasa, mientras que los Ayuntamientos se encargan de adjudicar los montes municipales.

Una de estas tierras de titularidad pública es el Monte Arnao, también conocido como La Pela, en Alcalá de los Gazules. Egmasa trabaja en estos momentos en ella, pelando la mitad de la misma. La extensión total es de 312 hectáreas y se divide en dos turnos de pela. El primero se desarrolló el año pasado. El objetivo con este reparto es adaptarse a las demandas del mercado y facilitar trabajo durante dos temporadas a los peladores de la zona -la de 2008 va del 1 de junio al 31 de agosto-.

Las fincas que se pueden pelar, que es como se conoce a la extracción del corcho, no suponen ni el 10 % de las hectáreas de alcornocales del Parque Natural, que cuenta con unas 82.000 de una extensión total de 167.767 hectáreas, según apunta su director conservador, Marco Antonio Tena.

A pesar de que la pela se puede prolongar hasta finales de agosto, es raro que supere la segunda quincena de julio. Dicho periodo coincide con la máxima actividad vegetativa y se trabaja en estas fechas para que el árbol se recupere pronto. No obstante, la Consejería de Medio Ambiente, según apunta un técnico de la misma, Víctor Bonilla, «es consciente de que la extracción de corcho daña al árbol»; por lo que se han fijado una serie de actuaciones para disminuir esta «agresión». En teoría, se entiende que un alcornoque sin descorchar puede alcanzar los 400 años y si se pela puede reducir su vida a los 180.

El pasado

Este duro trabajo lo realizan cuadrillas que antaño vivían en el monte mientras duraba la temporada. Iban acompañadas de cocineros y ayudantes que les facilitaba su estancia. Tras permanecer 14 días, volvían a sus casas dos días para regresar de inmediato al tajo. Miguel Ortega, agente forestal y anterior descorchador, recuerda que las jornadas comenzaban a las 6.45 de la mañana y se prolongaban hasta las 19.00 o 20.00 horas. A las 10.30 se paraba para tomar un tentempié y a las 15.00 horas se almorzaba. También dejaban hueco para una siesta. Además, a lo largo del día se hacen pequeñas paradas de unos diez minutos, denominadas los cigarritos. Estos descansos se debían a que los peones podían tardar más de siete horas para llegar a la zona de la pela, ya que tenían un difícil acceso.

Estas condiciones de trabajo «han cambiado muchísimo», apunta Ortega. El descorchador solía sacar unos 17 quintales diarios, unos 782 kilos, mientras que «cuadrillas que hoy trabajan a destajo, que cobran según lo que descorchen, suelen producir unos 20 quintales por peón».

El descorchador siempre ha tenido fama de estar bien remunerado. Actualmente puede ganar unos 150 euros diarios si trabaja por cuenta ajena. La jornada habitual es de siete de la mañana a tres de la tarde. No obstante, algunos trabajadores que van por cuenta propia pueden ganar hasta 250 euros diarios, aunque ello supone un flaco favor a las condiciones laborales del colectivo e incluso es poco beneficioso para el árbol.

El negocio del corcho mantiene las estructuras de producción ancestrales y resulta un sector difícil de cuantificar al haber muchos pequeños propietarios que se dedican a él de manera autónoma. No obstante, existe unas cifras orientativas: se estima un volumen de beneficios de 30 millones de euros y 80.000 jornales por temporada en la comunidad andaluza; la mitad de esa producción se extrae del Parque Natural de Los Alcornocales.

Los esfuerzos actuales, tanto de los empresarios como de las administraciones, se centran en el mantenimiento de los valores ecológicos y potenciar un desarrollo sostenible. Todo ello con el objetivo de conservar el Monte Mediterráneo pero sin despreciar el valor social de esta actividad agrícola

El negocio actual tiene una seria competencia en los tapones de plástico que en algunas bodegas ya sustituyen a los tradicionales de corcho. No obstante, la mayoría de la industria vitivinícola sigue apostando por el cierre tradicional. Tomás Trujillo, encargado de una cuadrilla, no siente ninguna amenaza: «Nuestro futuro no nos preocupa por este asunto ya que el vino es algo vivo que necesita respirar y eso sólo se lo permite el corcho».

El peso de Los Alcornocales en Andalucía, en cuanto a la producción de corcho, se traduce también en una posición líder en España. La Comunidad Autónoma andaluza cuenta con un 50 % de la superficie alcornocal de todo el país y el 60 % de la producción de corcho. Esto supone que en España esta actividad económica mueva unos 100 millones de euros cada temporada, de los que el treinta por ciento se genera dentro del Parque Natural de Los Alcornocales y los municipios de su entorno.

Futuro

En la actualidad, el mundo del descorche se adapta a los nuevos tiempos para sobrevivir. Así, los técnicos de Egmasa están probando una nueva máquina que pretende facilitar la pela y reducir el impacto en el árbol. Se trata de una sierra que funciona con gasolina y una batería eléctrica.

El dispositivo tiene un pincho que se incrusta en el tronco y la punta de la sierra se regula en función del grosor de la carpa de corcho. Esta máquina crea un campo magnético en el interior del árbol, en la zona más húmeda, lo que evita que la sierra llegue al interior del mismo y lo pueda dañar. De momento, está en fase experimental y es sólo un prototipo al que pretenden ir aplicándole mejoras.

Otra circunstancia, negativa, que está marcando el presente y el futuro del descorche es una enfermedad conocida como la seca, que está afectando a los alcornocales y que «termina con ellos», apunta Víctor Bonilla. Las causas no están del todo determinadas aunque se cree que podría producirlas factores como la sequía, la contaminación, etc...

La Consejería de Medio Ambiente ha puesto en marcha medidas para paliar el efecto de esta enfermedad. Se ha procedido a la repoblación de las fincas afectadas y al vallado de las mismas, para evitar que entre el ganado cinegético y esto pueda afectar a las plantas.

sierra@lavozdigital.es