Editorial

Extrema debilidad

La desarticulación del 'complejo Vizcaya' de ETA generó ayer una satisfacción compartida por los responsables del exitoso golpe a la trama etarra y por una ciudadanía deseosa de recibir noticias que apunten a la desaparición de la banda terrorista. La detención de uno de los grupos de activistas que ha hecho efectiva la ruptura de la tregua representa, asimismo, una novedad que alivia, aunque sea parcialmente, la desazón de quienes tienen sobradas razones para sentirse en el punto de mira del terrorismo. A la espera de que se conozca el alcance exacto de la operación y las imputaciones que penden sobre los detenidos, parece evidente que este nuevo revés contribuye a colocar a ETA entre la espada de la presión que sobre ella mantiene el Estado de Derecho y la pared de su ineludible disolución. En lo inmediato, es de desear que la desarticulación de este grupo sirva para desbaratar los planes que los terroristas albergaban de cara a este verano y disuadan a otros activistas de hacerles el relevo. La detención de Arkaitz Goikoetxea Basabe permite no sólo decapitar la estructura que dirigía; también ha servido para identificar en su trayectoria la tipología del terrorista que experimenta un temprano aprendizaje de los métodos violentos, acostumbrándose tanto a provocar el pavor de los ciudadanos mediante la utilización de cócteles molotov como a verse detenido una y otra vez por hechos similares hasta enrolarse definitivamente en el organigrama medular de ETA.

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Es de esperar que no sean muchos los casos análogos a Goikoetxea, que reflejan la existencia de una patología social extremadamente violenta e inasequible a la acción de la Justicia. Pero dado que la extracción violenta de los nuevos activistas constituye ya una seña de identidad de la trama etarra, incapacitada por el mantenimiento de la propia actividad terrorista para recapacitar, resulta aun más evidente que el objetivo que tienen que perseguir las instituciones del Estado no puede ser otro que el de su derrota. Aunque la amenaza persista, nunca antes estuvo ETA tan débil como lo está ahora: anulada políticamente, acosada en el plano internacional, reducida su capacidad operativa, desconcertadas sus bases sociales. Tampoco nunca antes estuvo la democracia tan cerca de acabar con la organización terrorista ETA.