ÍDOLO. Un niño coge la mano de una figura de Mandela. / AP
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Mandela clama contra la pobreza

El ex presidente sudafricano dice que las esperanzas tras el fin de la segregación no han sido satisfechas

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Nelson Mandela celebró ayer en Qunu, su aldea natal, su 90 cumpleaños, efemérides que Sudáfrica conmemora como un homenaje al líder que acabó con el apartheid. En declaraciones a los medios de comunicación desde su localidad natal, situada 600 kilómetros al sur de Johannesburgo, Mandela recordó que las esperanzas surgidas con el fin de la segregación institucionalizada y la instauración de un Estado de Derecho no han sido aún satisfechas.

«La pobreza todavía ahoga a nuestra gente. Si eres pobre, no es probable que vivas mucho tiempo», lamentó. «Hay mucha gente en Sudáfrica que es rica y que puede compartir esas riquezas con aquellos no tan afortunados que no han podido vencer esa pobreza», consideró el ex presidente, también conocido en su país como Madiba, un título honorario adoptado por ancianos de su tribu, aunque otros también se refieren a él como mkhulu (abuelo).

Tras acceder al poder en 1994, se inició una nueva etapa en la gran potencia africana, país multiétnico con grandes recursos naturales. Sin embargo, el acceso al poder político de la mayoría negra no se ha correspondido con un proceso paralelo de distribución de la riqueza. La minoría blanca y asiática, con un estatus económico equiparable al del norte del planeta, sigue detentando buena parte de los medios financieros y productivos, mientras la comunidad indígena y la población inmigrante tan sólo aspiran a la subsistencia. Además, los últimos brotes de violencia xenófoba han empañado la leyenda de Sudáfrica como país de acogida, receptor de grandes contingentes de trabajadores de los territorios vecinos.

La convocatoria de ayer a la prensa, con su reproche a una democracia meramente formal, supone su primera comparecencia desde que en 2004 anunció que no iba a conceder más entrevistas. Sin embargo, el ex mandatario aludió recientemente a la convulsa situación de Zimbabue cuando señaló que se había producido una «trágica crisis de liderazgo» en el Estado vecino. Esta declaración suponía una recriminación a la actitud antidemocrática de Robert Mugabe, otro de los 'padres de la patria' del África austral, y quebraba su manifiesta desvinculación de la política activa.

En cualquier caso, el antagonismo de las dos figuras evidencia el descrédito de buena parte de las figuras históricas ligadas al proceso de descolonización. En el caso del octogenario líder zimbabuense, se trata de la imposición de una dictadura camuflada por argucias de todo tipo, pero las maneras autoritarias también se manifestaron en el sesgado comportamiento político de Jomo Kenyatta, fundador de Kenia, un país cuya viabilidad permanece aún en entredicho debido a las tensiones étnicas.

La violación de los derechos humanos y colectivos ha generado diversas iniciativas ante el Tribunal de La Haya que aluden a esos prohombres. Frente a Mandela, convertido en referente moral dentro y fuera de las fronteras de su país, cabe mencionar la trayectoria paralela de otros próceres hoy bajo sospecha y merecedores de la atención del fiscal general, como el namibio Sam Nujoma, el omnipresente Mugabe y José Eduardo dos Santos, el líder angoleño.

Herencia desaprovechada

El precedente de Mandela tampoco ha supuesto el asentamiento de una línea de actuación coherente en el Congreso Nacional Africano, su partido, y la clase dirigente de Pretoria. Thabo Mbeki, su sucesor, ha pretendido convertirse en el adalid de un movimiento conocido como el Renacimiento africano y ha potenciado diversos esfuerzos para acabar con conflictos civiles en diversos países del continente.

Sin embargo, su irresponsable postura crítica con los protocolos internacionales contra el sida en uno de los países más afectados por la pandemia o la postura de velado apoyo al régimen zimbabuo han contribuido a desprestigiar su pretendida autoridad.

Las acciones emprendidas por Mandela contra la segregación racial en su país le llevaron a sufrir 27 años de cárcel. Pese a su privación de libertad, siempre estuvo involucrado en el planeamiento de actividades de resistencia y se convirtió en la figura más conocida de la lucha contra el apartheid.