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El ambiguo adiós del finlandés Kimi Raikkonen

Genio loco y alma libre en un mundo gobernado por la política y el dólar, Kimi Raikkonen no aclara si abandonará la Fórmula 1 el próximo invierno. No hay fractura con Ferrari, ni problemas a la vista. Ni siquiera alguna evidencia de índole económico. Sin embargo, se puede ir porque sí, por cansancio mental, hastío del mundillo o por la frase que dicen que dijo hace un par de años: «Odio la Fórmula 1. Me encanta pilotar, pero detesto lo demás». Él, de momento, deja correr el río de la ambigüedad. La nebulosa flota en el ambiente Ferrari, en los movimientos futuribles, en el fichaje o no de Alonso por la escudería italiana. Raikkonen cumplirá 29 años el próximo 17 de octubre. Es campeón del mundo, su sueño de adolescente, conduce el galáctico coche de Maranello y cobra más que nadie en el único deporte donde todos sus practicantes (20) tienen la aureola de millonarios. ¿Dónde perdió la ilusión el finlandés?

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Si hubiera que jugar a las adivinanzas, el politiqueo del paddock podría ser un buen argumento. El finlandés nunca ha dejado de reconocer que es sólo un piloto de carreras, un conductor superlativo que lleva al límite cualquier monoplaza. No le pidan que ejerza como jefe de equipo, un Michael Schumacher que montó su propia logística, atendió a patrocinadores, habló con la casa madre, negoció contratos y promocionó a sus favoritos (Massa). Kimi no quiere influir, sólo conducir. Un Ferrari, un Renault o un Force India... Su talento le llevó a Maranello, pero Ferrari no es «su» equipo. Le contrató y él pilota. El nórdico encuentra la felicidad en los pequeños placeres: conducir motos por la nieve, disfrazarse de gorila con sus amigos, pasar el fin de semana en Manhattan o atender a sus pilotos de la Fórmula 3 británica, donde ha invertido sus dólares.