EL TENDEDERO

Religión: ¿sí o no?

Cuando una pareja decide tener hijos lo hace por muchos motivos, muchos de los cuales no tienen nada que ver con el sentido de trascendencia ni con un proyecto de vida independiente de la nuestra. Decidimos tener hijos como una forma de autoafirmación personal o en pareja, a veces para afianzar una relación iniciática o como una posible tabla de salvavidas de una relación que a duras penas resiste el envite del tiempo y la monotonía. Muchas veces, demasiadas, los hijos llegan sin que nadie les avise, de pronto falta la regla y ya está; otras veces son tan intensamente deseados que desde su nacimiento, o su llegada, les abrumamos con todos nuestros anhelos y frustraciones. Sea cual fuere el caso, siempre entendemos que son una prolongación de nosotros mismos, pero en primera persona del singular, y no en primera persona del plural, del plural de dos -por lo menos-, a veces de más. Ahí empiezan los problemas. Y es que mientras nuestros hijos e hijas no son capaces de decidir por sí mismos lo que les conviene y lo que no, lo que les hará crecer como personas y lo que les hará menguar en su desarrollo armónico, somos nosotros los adultos implicados en su crianza los que tomamos las decisiones.

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Pues el niño ha de ir a un colegio público, pues no porque ha de ir a un colegio privado; pues la niña va a dar clases de equitación, pues no porque las va a dar de natación según lo que a nosotros nos guste más o nos hubiese gustado que nuestros padres hicieran con nosotros, y es por lo tanto una especie de asignatura pendiente para nosotros, no para ellos. Si la relación con nuestra pareja está basada en la armonía, el diálogo y el respeto la solución a estos conflictos cotidianos está más o menos garantizada; cuando no es así la decisión final puede rozar la tragedia familiar; incluso a veces es una imposición de una parte sobre la otra, un agravio más, sencillamente una batalla aplazada en una guerra global. A veces hay quien necesita la intervención de terceras personas y al final la niña va a clase de religión porque lo decide un juez.