SUSTO. Benjamín Gómez resultó cogido y volteado en su primero, sin consecuencias. / Ó. CHAMORRO
Toros

Apoteosis de El Fandi

El granadino obtiene los máximos trofeos ante una corrida descastada de Domingo Hernández con la que Benjamín Gómez consigue dos orejas

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La fuerza arrolladora de David Fandila El Fandi pasó por la plaza de toros de San Fernando como si de un auténtico ciclón se tratara. Sus cualidades físicas son portentosas, su tauromaquia es luminosa, palpitante y diáfana y sabe conectar con los tendidos con una facilidad apabullante. Con estas premisas, los máximos trofeos obtenidos ayer, y los que lleva conseguidos en tantísimos cosos, no deberían extrañar a nadie.

Con una larga cambiada recibió a su primero, al que después quitó con garbosas chicuelinas rematadas con adorno. Media verónica, rodillas en tierra, sirvió para rematar los lances de recibo al quinto, al que galleó por chicuelinas y realizó un alado quite por tafalleras. Si el manejo del capote destaca por ese color y esa luz de su dinámica variedad, todo ello no es más que un preámbulo de lo que realmente interesa, esa gran eclosión del tercio de banderillas.

Dominador absoluto de esta suerte, prendió rehiletes con milimétrica precisión en las diferentes modalidades de la moviola, de poder a poder, al violín, de dentro a fuera... pero lo que de verdad acabó por encender al respetable fue la aparente facilidad con la que corría hacia atrás con la mano en la testuz, aguantando la embestida, hasta quedar el toro parado, dominado y vencido en la carrera por el atlético espada.

Entre sus múltiples cualidades no se encuentran ni el pellizco, ni el sabor ni la profundidad de su toreo, lo que muleta en mano se puso en evidencia en sus trasteos. A pesar de lo cual, supo aprovechar la buena condición demostrada por sus dos enemigos, antes de que se rajaran en tablas, para ejecutar múltiples series de derechazos y culminar con martinetes, molinetes y desplantes. Todo un despliegue del más variado de los repertorios, que sirvió para encandilar a la concurrencia y para sumar en su esportón todos los apéndices posibles de sus oponentes. Muy animoso y con palpables ansias de triunfo, el diestro local Benjamín Gómez vio estrellarese sus deseos ante la embestida rebrincada y descastada que presentó el tercero de la tarde. Toro áspero y manso, al que Benjamín bajó con mucha verdad la mano y por el que fue prendido y volteado con gran violencia cuando rubricaba su esfuerzo con unas manoletinas postreras. Por fortuna, todo quedó en un susto, pues enseguida volvió a la cara de la res para pasaportarla de pinchazo y estocada. La suerte también le fue esquiva en el sexto, animal rajado y sin recorrido, con el que sólo pudo mostrar su reconocido pundonor y valentía.

Finito de Córdoba, sin opciones de lucimiento ante el huidizo cuarto, esbozó líneas intermitentes de la clase que atesora cuando dibujó pulcros y relajados muletazos al suave y desrazado ejemplar que abría plaza. Pero al conjunto de su labor le faltó ese punto de vibración que sólo el ceñimiento y la ligazón pueden aportar.

La tarde era de El Fandi, un auténtico ídolo de masas.