EL COMENTARIO

Inmigración y crisis

Es de mala educación citarse a uno mismo, pero lo cierto es que muchos analistas de la realidad alertamos reiteradamente del peligro que podía llegar a cernirse sobre nosotros si ocurría lo que finalmente ha ocurrido: que llegase un cambio de ciclo económico cuando aquí hubiera ingresado un gran caudal de inmigrantes para trabajar en los empleos de menor cualificación que serían precisamente aquellos que desaparecerían en primer lugar cuando sobreviniese la crisis económica.

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A pesar de que cientos de miles de extranjeros se están quedando sin trabajo, la presión migratoria proveniente del Sur se mantiene, quizá por la evidencia de que, para estos desesperados famélicos, nuestra crisis, tan relativa, les parece un juego de ricos. Acabamos de asistir a varios episodios dramáticos de los suceden cada verano: pateras que yerran el rumbo y en las que mueren trágicamente seres humanos cuando están a punto de cruzar el umbral de su anhelado paraíso, que después será mucho más ingrato de lo que previeron. Y así seguirá ocurriendo: si en Europa hay depresión, con la consiguiente disminución de las ayudas cooperativas Norte-Sur, se producirá un cada vez más agudo empobrecimiento del Sur que intensificará, como es natural, el éxodo masivo hacia el Norte.

La capacidad de sacrificio de los desesperados que están dispuestos a dar la vida con tal de alcanzar la oportunidad vital que se les niega en sus lugares de origen queda de manifiesto día tras día en Estrecho y sus aledaños. Y ninguna norma impedirá este trasiego, por más que el Norte eleve día a día la altura de sus murallas y consiga efectivamente repatriar a la mayoría de quienes llegan ilegalmente a sus países. La cuestión es en realidad bien fácil de plantear: o Europa se decide a acometer con sutileza pero con decisión el desarrollo del Sur, o tendrá que seguir enfrentándose a la responsabilidad histórica de abocar a todo el continente africano.

No se trata sólo de dedicar recursos a África, Es preciso un generoso plan político lo bastante flexible para sea aceptado por sus beneficiarios pero lo suficientemente firme para que se logren los objetivos necesarios. Un plan consistente en la progresiva dotación de servicios públicos a África con el fin de que en una o dos generaciones se haya formado un capital humano maduro y capaz de autodeterminarse, llevar la democracia a sus regímenes y mantener unas estructuras socioeconómicas mínimas que garanticen la viabilidad de sus respectivos Estados.

En suma, si se quiere dominar los flujos irresistibles de muchedumbres que aspiran a ingresar en Europa, hay que ir al origen de la emigración socioeconómica y plantear, a medio y largo plazo, la generación de oportunidades en estos países africanos. Si se hace de otro modo no sólo haremos crónico el problema migratorio sino que podremos ser acusados de estar cometiendo un verdadero genocidio