CONVIVENCIA. Las relaciones entre los diferentes grupos se estrechan durante estos días. / LA VOZ
Cultura

Convivir en cinco idiomas Argentina en Conil y Polonia en Zahara

Sentados en la misma mesa: Assndiaye (senegalés, ne-gro, formal, muy corpulento); Rodolfo Revollo (argentino, simpático, dicharachero y bonachón); June MacCalmont (angloirlandesa, recia, un tanto seca) y Woff Zazenick (polaco, pálido y reservado). Comparten, en la residencia de Las Canteras, un menú a base de gazpacho, pasta, pescado y sandía. Como hace calor, tiran del agua, La Casera o el tinto. En media hora, sale un autobús a la playa. Algunos optarán por la siesta. Otros tienen ensayo. El comedor es un alboroto de conversaciones y risas, un curioso revoltijo de razas, idiomas y acentos.

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Más de 100 bailarines, de ocho nacionalides distintas, dan sentido al verdadero espíritu del Festival de Folkore de Cádiz, que celebra estos días su XXVI edición: la convivencia. A la par que la calidad artística de las agrupaciones, que se demuestra en el escenario, la calidad humana de los participantes brilla detrás del telón.

Cada grupo tiene su historia. El Ballet Huayra Muyoj nació en 1968 con el doble objetivo de promocionar la cultura gaucha e integrar socialmente a jóvenes con dificultades. Niños huérfanos del altiplano argentino, condenados a la marginación, han encontrado en la bombacha y el guadacalzón una vía de escape a sus problemas y un singular camino para la integración social.

Y si cada uno recibe lo que da, también da lo que recibe. Visitan cárceles, hospitales y asilos de toda Argentina para promocionar los valores humanitarios. Rodolfo Revollo recuerda la primera vez que vino a Cádiz, en 1983. Su madre, con siete décadas encima, cargaba con el estandarte. «Este festival es un referente, sobre todo, por la calidez de los gaditanos, por cómo te arropan en las actuaciones y te animan en la calle», explica. «Eso es más importante que cualquier otra cosa», afirma.

Para Engracio Kingula Kassusa, director de los danzarines angoleños, parece que la gastronomía también es un motivo de peso a la hora de elegir destino. Da buena cuenta de su merluza y carga, otra vez, el tinto con blanca. «En Luanda ensayábamos en el patio de un restaurante. Cuando vimos el Falla... Parece uno de esos coliseos de Lisboa en los que actúan los grandes artistas», bromea. A pesar de su juventud, lleva casi dos décadas viajando por el mundo con su compañía, a cargo de 17 personas. «¿Cádiz, qué praias!», repite con deje portugués, levantando las manos al cielo, como dando las gracias.

A la señora Maccalmont, por mucho que sus interlocutores le tiren de la lengua, sólo le salen juicios sobrios, argumentados, muy británicos: «Este es un festival de primera, con una organización impecable, y lo decimos con conocimiento de causa». Sobre la ciudad no escatima en elogios, pero siempre se refieren a sus edificios históricos o su singularidad paisajística. Todo lo contrario que Romina González, tres veces Primer Premio del Consejo Nacional Paraguayo de Danza. Con 22 años. «Nos asombró, durante el desfile, la actitud del público, que aplaudían y nos animaban, con lo que consiguen hacerte sentir muy cómodo», apunta. «Nos habían hablado mucho de la gracia gaditana, de la capacidad de sus habitantes para acoger a los foráneos y de su amor por la fiesta y la algarabía, y ha sido un auténtico placer comprobar que todo eso es cierto de primera mano».

El puzzle se cierra

Aunque Romina no lo sabe, para Antonio Fernández Repeto, Manuel Granados, Rafael J. Gallé, y los suyos, su presencia en el Festival tiene algo de asignatura pendiente por fin saldada: «El pasado año hicimos un puzzle con todos los países que nos habían visitado. De Suramérica sólo nos quedaba Paragüay».

Mientras los directores del Festival, junto con los coordinadores y otros responsables de la organización, ultiman los detalles de la jornada durante el café de la sobremesa, en la cancha de Las Canteras se juega un nuevo partido del Mundialito oficioso del Festival de Folklore de Cádiz. Argentina-Irlanda empatan a tres. Los angoleños jalean a un chaval de 9 años, que da toques al balón para el deleite de su público internacional. Los paraguayos van con Irlanda, y los polacos con Argentina. El delantero sudamericano se escapa por la banda, dribla a un defensa y la cuela de volea. La grada celebra el tanto en cinco idiomas. El Festival arranca hoy su andadura por toda la provincia en una iniciativa que pretende que los gaditanos que no residen en la capital disfruten, también, de la riqueza de esta muestra de interculturalidad. El grupo Slowianki, de Polonia, se trasladará hasta Zahara de la Sierra, mientras que mañana serán los argentinos de Huayra Muyoj los que harán disfrutar con sus danzas del Altiplano a los conileños. Además, como broche de oro, el lunes tendrá lugar, en Santa Catalina, la gran noche del folkore irlandés.