Jerez

tres con sombrero

Aquí donde los ven ustedes, sentados a la relativa fresquita del Tabanco de la calle San Pablo, estos tres señores comparten, amen del vasito de fino y la coquetería del tocado superior, una serie de virtudes que no suelen acompañar al común de los mortales: la fidelidad y el amor con que realizan o han realizado sus respectivos oficios; o mejor aún, la manera en que los han reinventado para sentarse ahora frente a mí con la satisfacción íntima que proporciona ser fruto de uno mismo.

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Le contaba yo a Armando (Armando González Borrachero, Ilustrísimo Señor y Medalla de Plata del Mérito en el Trabajo) al principio de sentarnos que mi primer traje a medida, y el único que no me hizo él, salió de las prodigiosas y jubiladas manos de un sastre de Tomás García que se llamaba.... no me dejó terminar. ¿Se llamaba Guillermo y fue mi maestro! Teniendo en cuenta que Armando tiene ya ochenta y.... muchos años, imaginen ustedes el temblor y el viruji que me entró por el cuerpo al pensar en la edad que ya va uno teniendo; cuando a uno le ha medido las criadillas el maestro del señor González Borrachero.

Para aquellos jerezanos, la mayoría, que no conocieron los almacenes Tomás García, les diré que mi memoria de niño se llena de respeto ante aquel local inmenso con largos mostradores de madera, cristal y marmol. Ante aquellos señores con bata muy serios y atentos que te tomaban medidas con una formalidad decimonónica para un sencillo guardapolvos o un pijama de internado. Era como entrar en un capítulo de La Colmena por la calle Lancería, y salir por la calle Remedios a un episodio de Cuéntame. No sé si me explico.

Mi relación con Don Antonio Páez Lobato es más reciente; si es que de reciedumbre puede hablarse cuando hace mas de veinte años que nos tratamos; para ser más exactos desde los principios de Antonio Torrent en el bar Las Botas. Allí era yo el benjamín de una curiosa reunión de la que formaba parte mi difunto padre con mis tios y sus amigos. Además Atanasio Bocanegra, Carlos Márquez, Diego Yuste y otros curiosos personajes de la peña Los Cien y la vecindad.

Hablar de Antonio Páez y el vinagre de Jerez es, más o menos, como definir al que inventó la fregona como producto comercial. Uno se imagina a Antonio recorriendo humildemente las grandes firmas bodegueras para hacerse cargo del sobrante de aquel potingue que apenas tenía utilidad para el uso familiar de cocina y para enrubiar el cabello de las niñas bien. Antonio, en lugar de ponerle un paño a una mopa, envasó y le dio dignidad a un producto único con muy mala prensa.

Por supuesto tuvo problemas con los bodegueros tradicionales, se fue a Arcos, se ordenó de Vicario y, desde su Vicaría volvió a inventar un vino blaco de mesa y fabricó toneles para que los escoceses y americanos nos enguisquen las tardes y algunas noches.

De Pepe Mateos prefiero casi no hablar, de puritita envidia, envidia personal y profesional por la constancia y la coherencia con la que ha ido construyendo su obra y su vida. Nada es casual en su poesía ni en su prosa, nada es impostado. En mi opinión es casi demasiado natural, de una naturalidad falsamente artificiosa. Siendo algo más joven que yo, fue José Mateos quien me llamó para hacer mis primeros pinitos periodísticos en el suplemento Citas; unos artículos disparatados y cañabatescos que yo firmaba, creo recordar, como LAMENTABLE. ENVIADO ESPECIAL. Bastante premonitorio.

Después José Mateos ha ido creciendo como poeta y ensayista, mientras el que esto firma lo hacía a trompicones. Sólo en contados momentos de soberbia y desvarío he llegado a pensar que un Mateos más canalla e inesperado (me acuerdo de Julia Reis), y un Benitez menos bohemio y más constante hubieran dejado un legado mejor o, al menos, diferente. Ya les digo, insignificantes momentos de soberbia y desvarío.

Bueno, al fin hemos llegado a completar este retrato de tres señores con sombrero; solos o en la compañía de algunos contendientes de ocasión. Como suele ser costumbre en estos veladores, son mejores las fotos de Fidel que las palabras del columnista. Y les juro que no es humildad, es que el señor París ya tiene su oficio más ensayado. Ya iré yo mejorando.

Postdata: A los señores, que no son pocos, que se han indignado, molestado o cabreado por mi artículo sobre los argentinos; vayan por delante mis disculpas si he podido equivocarme en las formas, pero les agradecería que me rebatiesen con argumentos.

rafabtoledano@hotmail.com