ANÁLISIS

Balance positivo

Hace como dos años, Paco de Lucía aventuraba en una entrevista que el futuro de la música popular estaba en las armonías; con su actuación en el Tanned Tin Sur de Puerto Real, el grupo francés Syd Matters confirmó la premonición del genio de Algeciras. Con una música de riqueza armónica impecable, en la que el cruce de arpegios y estructuras elaboradas a partir de los distintos instrumentos, en connivencia con unos sobresalientes arreglos vocales, constituían el entorno climático idóneo, Jonathan Morali y su banda acertaron a organizar con suprema fluidez la secuenciación de una serie de canciones un tanto intangibles, vertebradas de forma ondulante y con espacios libres para la abstracción. Dejando a un lado la típica estructura de la canción pop y en la obsesiva búsqueda de estribillos, los franceses se abandonaron a un libérrimo desarrollo instrumental, pleno de detalles individuales pero sometidos a la conjunción integral.

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El tercer disco de los franceses, Ghost Days (2008), constituyó el grueso del concierto, quizá la obra culminante de una banda que ya ha dejado de ser promesa para convertirse en brillante realidad dentro de la indecisa escena musical independiente internacional.

Dolorean fue otra de las bandas destacadas del Tanned Tin. Los de Portland desenvolvieron con parsimoniosa entereza su forma de entender el rock con raíces. La omnipresencia de un piano de intervención perfectamente ensamblada en un concepto global sobriamente mantenido por una base rítmica sutilmente reglamentada, constituyó la base de un concierto manejado sin estridencias, sostenido sobre melodías ajustadas a parámetros etéreos y con una voz emborrachada de melancolía.

No estuvieron tan acertados los suecos Amandine. Los nórdicos se dejaron llevar por la búsqueda del clímax como tópico recurso. Por el contrario, fueron los frágiles encuentros entre violín y piano los que produjeron los mejores frutos de un concierto mejorable. The Clientele, sin embargo, sí que destacaron en la primera jornada del festival. Con sus dos últimas grabaciones como columna vertebral, la banda londinense desplegó un díptico surtido de atractivas voces y estimables fondos sonoros. Le precedieron los portuenses Lêda Tres, quienes se apoyaron visualmente por globos y original vestuario a la hora de defender las canciones de Hypnagogic.

De los sets acústicos habría que destacar a una Laura Gibson de correcta síncopa y excelente voz, un Stephen Cracknell felizmente auxiliado por la voz femenina de Megan, participante como él en el colectivo The Accidental, un sobrado Bart Davenport y un James Yorkston excesivamente preocupado porque no se le entendiera y al que quizá se le echó en falta una mayor cobertura en comparación con discos tan ricos en matices como Moving Up Country (2002) y The Year of The Leopard (2006).

Del otro extremo estuvo la faceta electrónica del festival, representada por Matt Elliott y Bracken. El pop campechano de Hefner quedó representado de la mano de Darren Hayman y Jack Hayter con su modo artesano de entender la música. Más reflexivo y atormentado resultó el cierre del festival con el robusto Josh Haden y la formación Spain. Las canciones de sus dos mejores álbumes The Blue Moods Of Spain (1995) y She Haunts My Dreams (1999), junto a algunas nuevas de su próximo disco, sonaron a gloria como colofón a un festival comprometido con el riesgo artístico y la diferencia. La extensión del Tanned Tin a Puerto Real no deja de ser un regalo que habría que fomentar para lograr su consolidación.