Editorial

Repensar la energía

La celebración en Madrid del 19º Congreso Mundial del Petróleo, que reunirá entre otros a 30 ministros de países productores y consumidores de crudo, constituirá una relevante oportunidad para reflexionar sobre las consecuencias que para la correcta evolución de la economía mundial está suponiendo el constante encarecimiento del crudo. La voluntad de la cumbre de analizar no sólo los efectos de una carestía que ha situado el barril de Brent por encima de los 140 dólares, sino también de vincular la crisis con la necesidad de garantizar la sostenibilidad medioambiental y promover la concienciación sobre el ahorro constituye un estimulante enfoque, que trataría de afrontar las dificultades concibiéndolas como un acicate para racionalizar los usos energéticos. Una alternativa especialmente necesaria para países como España, cuya balanza exterior en esta materia es claramente deficitaria.

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La atribución de responsabilidades sobre el incremento del coste del petróleo es variada y alude a factores como las limitaciones en la producción, las prácticas especuladoras o la incorporación a la economía del desarrollo de las potencias emergentes de Asia. Pero la coyuntura amenaza con convertirse en un problema estructural, en el que las sociedades dependientes energéticamente deberán acostumbrarse a convivir con un crudo a precios elevados. Esta constatación obliga a asumir el ahorro como una exigencia colectiva ineludible. Pero también a impulsar el desarrollo de las fuentes renovables, despejando cuanto antes las incertidumbres que está generando sobre la efectividad de los biocombustibles su repercusión en la carestía de alimentos esenciales para millones de ciudadanos, y a reabrir el debate sobre la conveniencia de las centrales nucleares en aquellos países que, como España, han optado por zanjarlo.