AL TAJO. Dos peones trasladan una pieza que acaban de extraer. / ANTONIO VÁZQUEZ
Sierra

El descorche en Los Arcornocales generará un beneficio de 30 millones

La temporada comenzará dentro de una semana en 5.000 hectáreas del Parque

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Todo está a punto para que la madre naturaleza vuelva a conceder al gaditano uno de sus tesoros: el corcho. La Consejería de Medio Ambiente ha otorgado este año licencias para la explotación de unas 5.000 hectáreas del Parque Natural de los Alcornocales, entre fincas privadas y públicas. La empresa pública Egmasa se encarga de organizar el concurso en aquellas que dependen de la Junta; mientras que los Ayuntamientos se responsabilizan de adjudicar los montes municipales.

La extensión de las fincas que se pueden pelar, que es como se conoce a la extracción del corcho, no alcanza el 10% de la superficie de alcornocales del Parque, que cuenta con unas 82.000 de un total de 167.767 hectáreas, según apunta el director conservador del mismo, Marco Antonio Tena.

El periodo de descorche se iniciará este año dentro de una semana y legalmente se puede llevar a cabo hasta finales de agosto, aunque lo «lógico», apunta Tena, es que se concluya entre junio y julio, e incluso la primera quincena de agosto. Dicho periodo coincide con la máxima actividad vegetativa del árbol, lo que le permite recuperarse lo más pronto posible. Cuadrillas que viven en el monte realizan la pela y apilan las panas -trozos de corcho-, que serán trasladadas por los arrieros, para más tarde pesarlas y clasificarlas.

Las 5.000 hectáreas son las que cuentan con autorización, aunque el mercado será el que determine cuántos alcornocales se descorcharán finalmente. Dado el tiempo que tarda el árbol en recuperarse, entre 9 y 12 años, los propietarios de las fincas pueden optar por retrasar la pela y aprovecharla al año siguiente, en función de la demanda. Del mismo modo, también se puede adelantar la actividad de extracción, y hacerlo cuando los alcornocales tienen ocho años.

Las cuadrillas se dividen en grupo de dos personas. Cada pareja se denomina colleras de peladores, que suelen extraer entre 400 y 800 kilos por día. Estos peones son supervisados por un capataz o manijero y, además, por cada tres parejas de peladores hay un rajador, que va preparando las panas partiéndolas al tamaño adecuado para su transporte. También suele haber recogedores que amontonan el corcho y arrieros que lo transportan a la pila, situada en lugar seco y con sombra y en donde se separa el corcho de mala calidad.

Durante el descorche, el pelador debe evitar los hachazos en la casca -zona visible del tronco tras el descorche- porque puede producir heridas importantes al árbol. La mala praxis también puede generar roturas al intentar sacar un corcho que no se desprende con facilidad. Éstas cicatrizan difícilmente y facilitan el ataque de plagas.

El corcho se caracteriza por su baja densidad y elasticidad, su impermeabilidad, su capacidad de aislamiento térmico y su resistencia, lo que le hace un producto susceptible de múltiples usos. Entre los descorches deben de pasar entre 9 y 12 años. La primera pela se realiza cuando el árbol tiene unos 60 centímetros de circunferencia, que equivale a unos 30 años.

No hay normativa clara que defina la calidad del corcho. No obstante se tienen en cuenta características como: la porosidad, la textura, su color -el rosado está mejor considerado- y el calibre o grosor.

sierra@lavozdigital.es