LA CALLE, EN CONTRA. Una mujer pasa junto una pintada que anima a votar por el 'no'. / AP
MUNDO

La Unión reacciona para garantizar la aprobación del resto de los miembros

Un respaldo masivo abriría una vía para que Dublín celebre una nueva consulta

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Europa reaccionó ayer con gran cautela a los resultados de Irlanda, consciente toda la clase política de las enormes dificultades que se adivinan en el horizonte para la construcción comunitaria, y de la necesidad de no complicar más la situación con salidas extemporáneas de tono.

En el orden estrictamente cronológico, el 'no' irlandés tendrá dos consecuencias inmediatas. En primer lugar, el lunes los ministros de Exteriores de la UE deberán analizar la situación porque este tema ha pasado a convertirse en prioritario para la Europa comunitaria y el Consejo de finales de la próxima semana en Bruselas. Hasta ahora, la cumbre de verano estaba dominada por asuntos de considerable relevancia, como la crisis alimentaria o la del petróleo. Ahora, el esfuerzo político principal se concentrará en acopiar garantías sobre lo que se creía ya ganado, esto es, la aprobación final del Tratado de Lisboa y su entrada en aplicación escalonada desde 2009.

Está bastante claro quiénes deben aportar esas garantías: los países más euroescépticos de entre los que todavía no han ratificado el texto. Por orden cronológico son Reino Unido, República Checa, Suecia y Dinamarca. España tiene pendiente también la ratificación, pero no parece previsible que altere su ritmo por las circunstancias creadas.

De modo que la cumbre europea de la semana que viene intentará obtener seguridades de que el proceso de ratificación parlamentaria previsto en los cuatro países mencionados, y en los otros cuatro que tienen pendiente aún el trámite, será acometido tal y como está programado. Fuentes oficiosas decían ayer que al menos Reino Unido, Suecia y República Checa han dado ya esas garantías a Bruselas, pero son extremos que hace falta confirmar. El momento para hacerlo será durante la cena de Jefes de Estado o de Gobierno del jueves.

Si efectivamente el resto de los socios sigue adelante con la ratificación y se llega a finales de año con la única voz disidente de Irlanda, el problema no habrá llegado a mayores. Fuentes francesas reconocían días atrás que al Gobierno de Dublín se le podrían ofrecer ciertos acomodos de relevancia menor para que pudiera plantear un nuevo referéndum. Pero si las cosas se tuercen, y se suman otros reticentes, pocas dudas caben de que Europa se encontraría en puertas de una escisión. De un lado quedarían los que niegan Lisboa y del otro los que lo aceptan.

La fórmula jurídica para articular ese cataclismo que supondría una Europa a dos velocidades está aún por definir y complicaría hasta extremos inconcebibles el funcionamiento de la cosa comunitaria durante un tiempo, según las fuentes consultadas. Pero lo que se da por cierto en Bruselas es que el conjunto de la Europa comunitaria no puede dar marcha atrás. La instauración de cooperaciones reforzadas tal y como aparecen contempladas en el Tratado de Niza no sería el camino más adecuado para dar salida a las necesidades de integración de la mayoría. Nadie duda, sin embargo, de que se encontrarían las fórmulas jurídicas que permitieran el desarrollo de esa integración acelerada de un número reducido de socios de la UE.