DERROTA. El alicantino cometió demasiados errores. / EFE
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Ferrer se enreda ante Monfils y se despide del torneo en cuartos de final Medina y Ruano, a la final de dobles

El francés se aprovechó de la incorrecta táctica del alicantino, que abusó de lanzar bolas al centro de la pista y acabó sucumbiendo por 6-3, 3-6, 6-3 y 6-1

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Algunos partidos hay que saber descifrarlos. No basta con ponerse ahí en medio y venga a soltar palos a esperar que el otro se equivoque. Porque si el otro es un tío de casi dos metros con envergadura de 2,10, que llega a todo y lo devuelve todo, es necesario tener la capacidad de lectura suficiente para saber que hay que jugar de otra manera. Tener un plan B. Ferrer no lo tenía y por eso perdió (6-3, 3-6, 6-3 y 6-1).

El español se encontró con la horma de su zapato. Un tipo que se clavó en la pista dispuesto a tirarse tres, cinco o diez horas, las que fueran necesarias para ganar el partido. Ferrer no vio hueco. Se cegó en pegar tiros y más tiros sin ser capaz de dar un paso atrás y ver el partido en su conjunto. Cualquiera veía desde fuera que había que variar el juego, y variarlo mucho porque el otro es un pulpo larguirucho, con una capacidad física insuperable al que había que derribar con paciencia, mucho tenis y mucha más cabeza. De hecho, Ferrer cometió numerosos errores, repitió derechas, muchas, hasta la saciedad, y la mayoría sin hacer daño, no abrió ángulos y repitió golpe plano, sin elevar bola para hacer retroceder al francés y obligarle a llegar de más lejos a las jugadas cambiadas, dejadas, ventiladores...

Era evidente que había que trabajar cada punto con paciencia de minero, con mucha más calma de la normal, como si el otro fuera Nadal, o similar. Para colmo, Monfils fue camaleónico y sí que varió todo, hasta su actitud. Y con ello confundió al alicantino. En el servicio, con saques apoyados en su velocidad (por encima todos de los 200 por hora) se mostró agresivo y atacante. En el resto estuvo defensivo, peleón y frontón, un muro que no dejaba huecos, menos con el partido de Ferrer, que sólo supo jugar con paciencia en el segundo set, en parte porque el otro respiró y físicamente se dio un descanso. Ahí pudo el español igualar el choque pero en el primer juego del tercer set cometió tres errores de bulto. El otro estaba muerto, pero le dio vida, le dejó crecerse y él se fue hundiendo.

Federer improvisa

En el partido anterior Federer se encontró en una coyuntura parecida, aunque con escenarios distintos. González le apuró en el primer set, sobre todo porque el suizo se confundió, se quedó atrás a intercambiar y por ahí con el chileno estás perdido. Por algo le llaman Mano de Piedra, porque es la mejor derecha del circuito y cuando le entra estás muerto, pero muerto de verdad. Así que Roger llegó tarde a casi todo y erró golpe tras golpe. Pero es un tipo que aprende rápido, así que no tardó en variar su juego cero. En el segundo se fue a por el chileno, agresivo, rápido, subiendo a la red. El otro ya no pudo porque en la variedad del juego, en golpes improvisados es peor que Federer y así se llegó al 2-6, 6-2, 6-3 y 6-4 definitivo. Ahora se las verá en semis con el diablo de Tasmania. Nuestras chicas olímpicas, nuestra primera pareja de dobles, llegaron a la final de Roland Garros contra todo pronóstico. Anabel Medina y Vivi Ruano vencieron en las semifinales a las cabeza de serie número uno, la zimbawue Cara Black y la estadounidense Liezel Huber. Las españolas ganaron 6-4 y 7-6 (2), con un partido muy disputado en el que supieron variar el juego lo suficiente para vencer la mayor compenetración de las otras, que llevan toda la vida juntas. Ahora jugarán la final ante la australiana Casey Dellacqua y la italiana Francesca Schiavone.