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La carpa-plaza

En mis matinales paseos por Cádiz de vez en cuando me doy mi vueltecita por la carpa-plaza de abastos instalada provisionalmente en el terreno del antiguo cine Terraza. Pese a sus manifiestas incomodidades, me encanta pasear por sus estrechas callecitas y escuchar en vivo y en directo los sonidos polifónicos de la vida, envuelto en la vorágine de los pregones que lanzan al aire los mercaderes gaditanos y gaditanas ofreciendo sus productos en voz alta con el acento y el gracejo de aquí. Un tufillo a churros se filtra por la carpa invitándote a detenerte unos instantes y percibir profundamente con los sentidos el delicioso aroma tan romántico y mañanero. A la fresquita, sentado en la mesa de un bar, acompañado por un buen café, los churros saben a manjar de dioses. El griterío, el colorido, los olores, las voces mezcladas y un maravilloso sol son el complemento ideal para disfrutar de una mañana espléndida y relajante. De una típica mañana gaditana.

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Qué distante queda la carpa-mercado gaditano de ésas grandes superficies con tantos lujos y diversidad, pero vacías de alma. Es un encanto y un privilegio que vayas a comprar a un mercado popular y te atiendan con simpatía y buen agrado. Escuchar en tus oídos los variopintos pregones de paisanos y paisanas es todo un lujo. Hablar directamente con la gente y entablar una conversación es muy social y reconfortante. Observar y ser observado es un ejercicio íntimo muy aleccionador.

Hay diversidad en sus puestos repletos de calidad y de buen gusto: Los mejores pescados frescos de la bahía, las frutas y hortalizas más frescas y lozanas de nuestra Provincia, los mejores productos de nuestras granjas de aves al día, carnes de primera de nuestras cabañas afamadas y solicitadas... Y paro de contar porque su lista de ofertas es variada, selecta y para todo gustos y bolsillos. Repito: a pesar de sus inconvenientes y del calor, la carpa-mercado de abastos tiene alma y sabe a Cádiz.