opinión

Miradas al Alma | Cristo y su interpreta-ción

A l hombre se le asignó la ardua y espiritual misión de saber interpretar sus palabras, sus obras y hasta sus silencios. Durante toda la historia sólo él dividió la eternidad por su antes y su después. Se escribió aquel libro llamado La Biblia, al cual algunos tratan de novela histórica y otros de ficción irreal y fantasiosa. Según la interpretación de cada uno se le puede amar o bien odiar. Pero, ¿quién tendría la osadía de afirmar que el camino que el hombre escogió fue aquel que el maestro enseñó? ¿Quién se atrevería a descubrir el secreto de sus soledades? ¿Cómo descifrar el instinto y dar razón a ello? Los enigmas siempre lo serán y en ello vive la fe, pues creer en esa divinidad exige un alto nivel de riesgo y sinrazón. Sí podemos afirmar que todos aquellos que hoy no quieren creer (aunque están en su perfecto derecho) son seres tristes que tienen la necesidad de llenar ese enorme vacío en sus vidas a costa de buscar respuestas y pruebas lógicas a todo aquello que no lo necesita. Llenar de respuestas fiables a todos los entresijos que nos designó lleva al hombre a dejar invadir su espíritu de pensamientos contradictorios.

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El ser se hace rebelde por necesidad. Austero y obstinado, presume de esa falta de fe, y asume el rol de ser lo suficientemente perspicaz e inteligente para no necesitar creer en nada. No creer en nada le lleva a sólo creer en la negación. Por un lado podemos afirmar su estoico valor y esfuerzo por renegar de normas y religiones; por otro, podemos apreciar como espectador su apabullante vacío de sombras. Pero, ¿acaso Cristo tuvo culpa de la interpretación que el hombre dio su vida? No se debe renegar del instinto de fe, aunque sí dudar de la palabra que el hombre dio de su fe. La mente de un hombre sin fe es como el Gernika de Picasso, que guarda todo el estado ruin, fatal y caótico del ser. Necesitamos creer en algo, como esa necesidad a la que Jesús se aferró cuando la voz de la muerte le susurraba al oído sus miedos en su espera del alba bajo los olivos.