LA PERMANENCIA SE ESCAPA. Gustavo López, desesperado, intenta frenar a Medina. / FRANCIS JIMÉNEZ
Cádiz C.F.

El día más triste

En este Cádiz, todo es susceptible de empeorar. Los nubarrones de las últimas semanas barruntaban tormenta, y la furia de los cielos descargó ayer sobre Carranza. En forma de pitos y de palos, de insultos y patadones, de agua en forma de lágrimas.

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El día más triste. El Nàstic sería el encargado de pisotear los despojos de una plantilla que apesta a Segunda B, el olor nauseabundo de un vestuario viciado que recoge lo que ha ido sembrando desde el retorno a Segunda.

Cada vez queda menos. De todo. De nada. Del Cádiz. No hay equipo, ni fútbol, ni esperanza, ni ilusión. La escuadra de Procopio no juega a nada, es lamentable y penosa, cada futbolista que entra lo hace peor que el anterior y no es capaz de hilvanar una acción con cierto peligro que no sea un simple chispazo o el error del rival.

El problema no está sólo en el banquillo pero el banquillo es un problema que nadie entiende. El actual entrenador, pese a su esperanzador comienzo, ha empeorado los registros y la imagen de su predecesor Calderón, dando la razón a los que culpan única y exclusivamente a estos jugadores que un día se quedaron mudos y dejarán sin habla a todo el cadismo.

Ya no es problema de actitud, sino de aptitud e ineptitud. Mezclado con mucha ansiedad, los nervios de quien se da cuenta de la pifia que ha hecho, y la temeridad de hundir a una entidad histórica en el pozo del fútbol nacional. El conjunto gaditano saltaba al campo con ganas, pero sólo con eso no se llega a ningún lado. Fleurquin se pasaba de rosca intentando rematar mucho antes el centro de Kosowski. Y luego... el vacío.

Sin centro del campo

Ya jugaba Miguel en la medular, el medio centro creativo (para los que ven que no defiende) o el destructivo (para aquellos que observan cómo no da un pase en condiciones). Apura sus últimos sorbos pues en un mes estará muy lejos de la Tacita. Sobran los comentarios para un hombre que se borró cuando más falta hacía.

Y en defensa De la Cuesta, que perdía de vista a Moisés en el peor momento y regalaba dos puntos a un inofensivo Nàstic que sólo quería empatar. También Kosowski, al que no le vale con dos centros buenos y echarse a dormir.

Estos comentarios se suceden porque mientras, en el terreno de juego no ocurre nada. Hasta el 33 no llega un disparo lejano de Natalio que se va a la segunda grada de fondo sur, destrozando un buen contragolpe. Y para poner punto y final a este vergonzoso periodo, el zurdazo de Gustavo López que ni miró de lejos al larguero.

Indiferencia en la grada. Los aplausos serían inmerecidos y está visto que no sirven para nada en unos jugadores mimados. Los silbidos producen ansiedad y es el Cádiz lo que está en juego. La afición ya no sabe qué hacer.

Tras la típica arenga de Procopio en el descanso, que debería extrapolar también al inicio del partido, el equipo sale más enchufado. Va a ráfagas, se ampara en la lucha de Dani y Cristian, y en la calidad de Gustavo López. Hasta ahí se puede contar.

Sólo querían un punto

El adversario tarraconense se limitaba a defender el puntito, un botín muy suculento de cara a final de Liga. Se atrincheraba atrás y dejaba (no) hacer al Cádiz, que se bastaba con su carencia creativa para embarrarse en un encuentro no demasiado difícil. Enrique aportaba intención a la par que desacierto. Manu no aparecía y Bangoura saltaba pero se trababa cuando tocaba el suelo.

El Nástic no disfrutaba de ninguna ocasión. Tan sólo quería ese punto, parecía haber sacado la bandera blanca. Pero si te ponen la alfombra bajo los pies... o la cabeza. De la Cuesta dejaba el camino expedito para que Moisés cabeceara el buen centro de Campano.

El gol desconcertaba a todos. Nadie lo esperaba, y la grada estalló. En plan kamikaze, Gustavo López y compañía se lanzaban hacia la meta de Rubén, haciendo sudar a un guardameta muy tranquilo durante toda la tarde. Como de costumbre, las contras eran letales. Si bien Maldonado no quería hacer sangre, de nuevo Calle (como el año pasado), sentenciaba en el descuento y desataba la ira cadista.

El infierno ya quema. El trasero del cadismo huele a chamusquina por la cercanía de la hoguera. Algunas llamas han prendido (Parri, Yago, Nano, Miguel,...) y el incendio está a un sólo paso, a un sólo punto. Cuatro de nueve, esa es la cuenta. Málaga, Sevilla y Hércules. Pero ahora mismo el peor rival del Cádiz es el propio Cádiz, porque su juego ya es de Segunda División B.

jaguilera@lavozdigital.es