CÁDIZ

24 horas en la plaza de Santa María del Mar

Los vecinos se oponen a que el restaurante proyectado en la zona les robe el espacio público y las vistas al mar La plaza la ocupan niños, deportistas y jóvenes, según la hora

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Es el balcón de Cádiz. Desde el mirador de la plaza de Santa María de l Mar uno tiene la impresión de dominar la ciudad. La cúpula amarilla de la Catedral asoma rotunda y la escollera dibuja durante centenares de metros el perfil de la urbe -que desde aquí se reduce a edificios azules y amarillos-, dominada al final por el castillo de San Sebastián. De frente, kilómetros de océano Atlántico.

Éste el sitio elegido para la ubicación del nuevo kiosko-bar-restaurante de la zona. Una polémica decisión que ha enfrentado al Gobierno municipal con la oposición. El PSOE sostiene que el restaurante incumple las normas urbanísticas. También ha provocado sonoras manifestaciones contrarias a la iniciativa. Pero, ¿qué piensan los que ocupan cada día la plaza? ¿Cómo es la vida un domingo cualquiera en el balcón de Cádiz?

10.30. La plaza amanece cubierta de nubes. Aunque no llueve, la semiluna que dibuja el mirador está vacía. El pequeño quiosco de helados, cerrado a cal y canto. Unos minutos después aparece algún corredor. Por lo demás, calma.

12.30. Cae un chaparrón. A la una la plaza recupera su actividad. Decenas de madres y padres se acercan con sus hijos. Los pequeños aprovechan los charcos recién formados para jugar, con la consiguiente regañina de sus madres. Ciclistas aprovechan la plaza para asomarse al mar y disfrutar de las vistas. Las parejas de jóvenes se abrazan al sol y unos turista malagueños se asoman para ver la ciudad. «Estos espigones son como los de Málaga», comenta el viajero. «Es una pena que desaparezca la plaza. En Cádiz no hay muchos sitios como éste, en el que los niños puedan jugar con la bicicleta o venir a patinar». Nuria Baro, de 36 años y madre de una niña de cuatro años, está «completamente en contra» de que la plaza desaparezca. La misma opinión comparte Esther Quiroga, de 38 años. «Restaurantes hay muchos y parques, pocos», resume. El temor a perder la espectacular panorámica es otro de los argumentos que repiten los detractores del restaurante. «Quieren quitarnos una de las mejores vistas de Cádiz», lamenta Almudena Periano, de 20 años. Aunque los opositores son clara mayoría, también suena alguna voz disonante. «Podríamos tomarnos un café mientras los niños juegan», alega Marian Blandino.

14.30. La plaza se vacía de golpe. También se han ido las parejas de los bancos.

17.00. «¿Éste es el sitio donde van a construir el restaurante?», pregunta una joven. El proyecto se ha convertido en tema recurrente de conversación en la zona, que a estas hora ha vuelto a llenarse. La ocupan paseantes, patinadores y turistas que roban la penúltima fotografía al mar. Un joven juega al escondite con su hija. «El restaurante nos quitará la vista de la playa que tanto me gusta», dice Leopoldo Gómez, de 17 años. Cruzan familias comiendo pipas. Y niñas que pasean con sus perros.

19.00. Grupos de jóvenes toman la plaza, convertida en punto de encuentro de pandillas de estudiantes que exprimen las últimas horas del fin de semana. Llegan cargados de pelotas y artilugios malabares para jugar. «No entiendo que quieran quitarnos este espacio que utilizamos para pasar el rato con los amigos», sostiene Abraham Cano, de 17 años, antes de volver a dedicarse a su diábolo. El resto de la pandilla, que charla o toma helado, asiente.

21.15. El sol se pone entre el espigón de la playa y el castillo de San Sebastián. El cielo se tiñe de tonos naranjas. El mirador queda casi vacío. Sólo queda alguna pareja que se resiste a irse y perderse la caída del sol sobre la ciudad.

esanmartin@lavozdigital