FIGURANTE. Uno de los actores contratados para que 'asalten' el Teatro Falla con la Fura.
Cultura

Ensayo a punta de Kalashnikov

La Fura del Baus invita a LA VOZ a los preparativos de su impactante obra 'Boris Godunov' en el Gran Teatro Falla

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Cuando me he puesto el uniforme que nos dieron esta mañana, al mirarme al es-pejo ¿se me han puesto los pelos de punta! He tardado como cinco minutos para poder volverme a mirar». Chari se apoya en una de las barandillas del piso alto que da a la puerta trasera del Falla. Ronda los 40, es de Cádiz, y lleva un pasamontañas que le oculta cada rasgo, pantalones militares, y un cinturón lleno de munición para el Kalashnikov que sujeta, como si nada, con las dos manos. Dentro, por el salón de butacas, otros compañeros suyos de la compañía Eme Teatro se esmeran, como ella, por hacer bien su trabajo de figurantes. «No todos los días tiene uno la oportunidad de compartir escenario con la Fura ¿no?», dicen con una sonrisa que delata su auténtica identidad.

Anoche, esta noche, serán terroristas. Han tomado como rehenes a los espectadores que esa noche iban a ver Boris Godunov y han terminado siendo los protagonistas inesperados de su propio drama. «Ahora, las lamparas, después de que suene el petardo», le gritan desde el forillo a Alejandro. «Vale», replica mirando con los nervios de un figurante la mecánica de ajuste de la peana.

Silencio, ¿empezamos!

Entonces, uno de los técnicos de la compañía aparece en escena. «To-do el mundo en su sitio... ¿Vamos a empezar!», «¿qué decías del te-lar?», le pregunta con premura a un escenógrafo. «Ah, eso está bien. ¿Preparado Jordi?», mira hacia sonido. «Comenzamos».

Se apagan todas las luces. No se ve nada. De repente, un estruendo corta la oscuridad. Ya están aquí. Una decena de milicianos irrumpen en la sala. Una mezcla de tensión y miedo invade al es-pectador. Es un ensayo técnico y ya lo han logrado. Da lo mismo que no haya nadie en las butacas, ni que los terroristas no se hayan colocado aún el uniforme y combinen el pantalón verde militar con tenis plateados, y casacas con vaqueros o pañuelos al cuello de última moda. El efecto parece el mismo: acongojante.

Se enciende la luz. «Mirad desde allí como se ven las letras de Boris sobre el fondo negro», gritan hacia el patio de butacas. «Bien. Un poco más grandes quizá». Suena una música zarista. Sones contundentes de marcha imperial dedicadas a Fiodor I que traslada a la sala a la rendición popular del siglo XVI. Pero, este viaje en el tiempo se interrumpe cuando desde bastidores se escucha: «Ese zar era un ca-brón», comenta un miembro del equipo con los figurantes entre pruebas de sonido.

Se hace la luz y en la pantalla se empieza a escuchar la voz unánime del pueblo. En la sala también: «Viva Rusia. Viva el pueblo ruso». «Dispararemos si alguien hace un movimiento extraño». La tensión crece, la butaca se hace grande y suena un estallido. «¿Cómo habéis visto el petardo? Heavy ¿no?, pero bien».

La acción continua. No puede haber errores. A pesar de llevar meses de gira con esta obra, hay que cuadrar todos los detalles, no puede dejarse nada a la improvisación, La Fura no puede cometer fallos, un reto que no siempre es fácil de saldar con éxito. «Cada teatro es diferente: los espacios, la acústica, los angulos... nosotros incorporamos muchos elementos en este montaje y eso nos complica más la vida», explica uno de los miembros del equipo.

Y es que aunque Alex Ollé, codirector de la compañía y autor del montaje insista en que esta obra es «más de texto» que otras más orgánicas que han escenificado, la complejidad técnica sigue estando ahí.

Olor a pólvora

La pantalla se ilumina y vuelven a aparecer los terroristas. Ahora se despliegan. Pisan fuerte, sin dudas. «Tranquilos, el Gobierno no hará nada que pueda ponerlos en peligro. Los sacaremos». «Esa frase me encanta», comenta una de las actrices mientras se coloca bien el cinturón cargado de pólvora.

Aparecen en escena dos nuevos actores. «¿Cuando murió tu marido?», lanza uno de ellos su frase a la vez que se esfuerza por ocupar justo el sitio adecuado para no salirse del encuadre previsto. A su espalda, la pantalla proyecta la conversación. «No me tapes. Tendremos que estar más cerca para que se nos vea bien a los dos». «Ok, todo va a salir bien».

malmagro@lavozdigital.es