TRADICIÓN. La imprenta Narváez presume de años y de tener una máquina legendaria como la original Heidelberg.
CÁDIZ

Erotismo y jamón para una calle con nombre de fraile

Beato Diego cuenta con negocios dispares como el tradicional Antiguo Café Madrid o una tienda de artículos eróticos

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Fray Beato Diego (1743-1801) fue el enviado de Dios a la España oficial de fines de aquel siglo y el auténtico misionero del pueblo español en el atardecer de nuestro Imperio. Treinta años de activa vida misionera la de este apóstol capuchino, que, siempre a pie, recorrió innumerables veces Andalucía y los diferentes pueblos de España. También visitó Roma, la cuna del catolicismo. Era un orador nato que hablaba a las muchedumbres al aire libre durante varias horas porque, según cuentan, en las catedrales no cabían tantas personas.

Resulta extraño que en la calle gaditana que lleva el nombre de un personaje tan religioso exista una tienda erótica. No es Pecado vende todo tipo de artículos para «mejorar las relaciones sexuales», como detalla la dependienta, Teresa Conde. Lubricantes, incienso, juguetería sexual, juegos de mesa para parejas y grupos, libros informativos, lencería, pero lo que sin duda se ha izado como producto estrella son los aceites corporales que «calientan» a la persona en cuestión de segundos. No es Pecado es la única tienda erótica del casco antiguo. «Llevamos un año y medio. No somos un Sex Shop porque aquí no hay cabinas ni alquilamos películas porno. Nuestros productos tratan de erotizar los sentidos humanos», explica Teresa.

No es Pecado también organiza reuniones eróticas a domicilio con el fin de impartir información. «Se trata de un servicio muy demandado, todo el mundo quiere una reunión erótica, algo que se ha puesto muy de moda en las despedidas de soltero», refiere.

Al lado, se encuentra el Antiguo Café Mundial, uno de los negocios con mayor solera de la calle. Fue fundado en 1925 y reformado en 1987, como dicta la placa de la entrada. En el interior los jamones cobran protagonismo colgados en uno de los rincones, al igual que el queso manchego expuesto sobre el mismo mostrador. Allí, Guillermo Fajardo saborea una copita de manzanilla. «Vengo todos los días porque hay un ambiente acogedor y el material es bueno. El queso, la caña de lomo y el jamón serrano son lo mejor», dice al tiempo que Francisco Miguel Mateo Rodríguez, el director del establecimiento, detalla la infinidad de famosos que han pasado por el lugar para deleitarse con semejantes manjares. «En una ocasión vino el escritor Pérez Reverte porque había presentado un libro en Diputación. Toreros como Palomo Linares y El Cordobés padre también he tenido el gusto de atender. Pero el que más viene es Jesús Quintero, él suele tomar manzanilla acompañado de un buen jamón. No tiene mal gusto», dice riendo.

Pero para tradición la que se destila en el inmueble situado en el número 4 de la vía. Un taller de encuadernación que lleva un siglo abierto, según confiesa su propietario Ramón García Gutierrez. Un hombre que entró de aprendiz hace 42 años para aprender el oficio. «Aquí encuadernamos libros de todas clases como de contabilidad, notariales, tesis, tebeos que están en mal estado, etc.», cuenta este artesano de 56 años mientras maneja la aguja para coser el cuadernillo. «Esto es, nunca mejor dicho, como coser y cantar para mi. Primero se cose y luego se aplica el pegamento. También hay que forrar las pastas. Tardo dos horas en encuadernar un libro», detalla.

Evolucionar o morir

Cruzado la calle se encuentra otro negocio familiar que se ha tenido que ir adaptando a los nuevos tiempos para no sucumbir a la coyuntura tecnológica. Mecanográfica Gaditana Meganet comenzó hace dos décadas vendiendo máquinas de coser, pero hoy lo que más tiene son ordenadores y portátiles. «Al año venderemos sólo cinco máquinas de escribir. Generalmente son personas mayores que no se acostumbran al ordenador y que se resisten al cambio», explica Carmen García Bermejo desde el mostrador.

Expuesta en las vitrinas una máquina de escribir marca Remington de hace 70 años, que aún funciona, más propia de un museo, es la joya de la corona.

Haciendo esquina con la calle San Francisco está ubicado el Bar Los Platillos Volantes que sirve cañas desde 1965. Un local que al estar situado entre dos calles de mucho movimiento goza de un importante volumen de clientela. «Esto ha sido un bar de toda la vida, antes se llamaba Las Botellas», señala Juan García, el encargado, mientras que Larrán Ruso, la propietaria

Pescado adobado

La Panadería Pepi, en el número 1 Duplicado, lleva haciendo pan desde hace 25 años. «Aquí lo que más sale es el pan y la bollería», cuenta Jorge Senra.

Haciendo esquina con Rosario el bar El Adobo cuenta con una pequeña terraza. Entre las especialidades destaca «el cazón en adobo y la morena en adobo, un plato que no se prepara en muchos lugares de Cádiz», refiere Juan Antonio Chamorro, el propietario. «Hace 21 años el local se dedicaba a los ultramarinos», agrega.

Es importante mencionar que antes de ser Beato Diego también se denominó calle del Baluarte de San Felipe.

jmvillasante@lavozdigital.es