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Día con lecciones varias

Los obamistas de la escuela aritmética estiman que Barack Obama roza la designación demócrata para las presidenciales norteamericanas, pero le faltan doscientos delegados para eso y solo quedan en juego 217.

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Pero después de lo sucedido el martes en las primarias tienen razón al ver muy reforzada la candidatura del senador por Illinois, porque su victoria en Carolina del Norte fue mucho más contundente de lo esperado en los sondeos (14 puntos) y su derrota en Indiana, mucho más corta de lo previsto (2 puntos).

Así pues, si técnicamente no hay cambios apreciables y se confirma que ni Obama ni Hillary Clinton tendrán los 2.025 delegados que son precisos para ser proclamado en la Convención, políticamente Obama ganó el pasado martes puntos en el argumentario al que no podrán sustraerse los célebres superdelegados demócratas, esos popes que ejercen una especie de voto de calidad que en Europa se entiende mal y son, de hecho, un invento relativamente reciente del partido.

Se trata de que la tendencia siempre muy favorable a Clinton de estos notables (que no del gran público) generalmente vinculados al aparato y más cercanos que el votante ordinario a la dimensión orgánica del mismo ha cambiado y a día de hoy Hillary solo tiene 14 votos más que Obama entre los ochocientos supercomisionados, una cifra que varía ligeramente según los recuentos. Aunque todavía mantienen su reserva algo más de doscientos que son sencillamente decisivos.

El criterio final de su opción será -en la hipótesis de que no se produzca algún hecho extraordinario e imprevisto- el que proporcionen los sondeos sobre la llamada (mal llamada) elegibilidad del candidato en el mes de noviembre, pero también contará la conveniencia de no oponerse a lo que sea la predilección popular entre los simpatizantes demócratas, que, según el sondeo del New York Times del sábado vuelve a ser muy favorable a Obama, quien tiene otra vez el viento en las velas.