MEMORIAS DE LA FRONTERA

McGill reparte juego con 'Tan cerca'

A pesar de su nombre o quizá gracias a él, Guillermo McGill (Uruguay, 1965) no pertenece a ningún clan escocés, sino a una familia que huyó del cono sur de América Latina durante los terribles años 70 de los gorilas golpistas, pasó por Suecia, creció en Barcelona y orilló finalmente entre Madrid y Cádiz, de la mano de la cantaora y bailaora Ana Salazar, con quien quiere tanto hoy en día.

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Percusionista de excepción, a McGill le debemos un utilísimo manual en DVD sobre cómo tocar el cajón flamenco -en su nuevo CD lo demuestra en un tema titulado Grito del corazón- y una secuencia de discos en los que ha ido dejando muestras de su heterodoxia, tanto interpretativa como ideológica y, sobre todo, compositora. En cualquiera de dichas facetas -incluyendo la de productor de los dos discos de su compañera-, se nos aparece como una suerte de zahorí de la música que busca pozos nuevos desde que, en 1999, después de acompañar lo mismo a Joe Pass que a Enrique Morente o Chano Domínguez, grabara en solitario Los sueños y el tiempo, al que siguió Cielo en 2002 y más recientemente Oración, todo un homenaje a la teología de la liberación, desde un descreído y en clave de jazz.

Ahora acaba de publicar Tan Cerca, un nuevo título que sirve para la puesta de largo de su cuarteto, en el que milita un impresionante Israel Sandoval a la guitarra eléctrica, el bajo eléctrico Fender de Joseph Pérez Cucurella y el saxo insobornable de Martí Serra. Como colaboraciones especiales, incorpora las de la propia Ana Salazar al cante y baile -su taconeo reina en Tu marina soledad-, la guitarra flamenca de Josete Ordóñez y el contrabajo de Javier Colina, que ya le ha acompañado en anteriores aventuras musicales.

Él se reserva una batería contenida, centrocampista, que reparte juego a diestra y siniestra, con la lección del viejo maestro John Christensen bien digerida, y esa versatilidad propia de un músico que no ha tenido empacho en congeniar la tradición de Steve Gadd, Philly Joe Jones o Tony Williams con la fusión del jazz flamenco, que ya había conocido de manos de Nono García, de Tito Alcedo o de José Antonio Mesa. Ese nuevo disco suyo, producido por ContraBaix y distribuido por Karonte, propone un viaje absolutamente diverso, tan singular como su propio perfil creativo, pero con un denominador común, una cierta intimidad, una ternura pudorosa pero tan vivaz como el bebop, que es lo que destila La sonrisa de Miguel, el segundo corte que dedica a su hijo recién nacido.

Antes, en un curioso ying y yang entre la vida y la muerte, el disco hace el paseíllo por la puerta grande con un notable cambio de registro respecto a su obra anterior. Se trata de una versión de A Remark You Made, uno de los temas del disco Heavy Weather de Weather Report, que treinta años después de dicha grabación él reinterpreta como un homenaje a su creador, el malogrado Joe Zawinul. Hay guiños flamencos como el soniquete por bulerías que él ha bautizado, adecuadamente, como «Con cuidadito». El resto del material refleja la alegría de la vida, una especie de resurrección personal a la que incorpora la voz de Ana en dos temas, La duna y Por la vida, una versión en español del Here's to life que popularizara Shirley Horn. Pero salta prodigiosamente de la balada que da título al disco al más puro funk de Tensky, con un saxo estupendo pero con Israel Sandoval en estado de gracia.