EL COMENTARIO

El parricida era esquizofrénico

Un hijo degolla a su madre y los psicólogos dicen que eso pasa por no poder controlar el tratamiento pertinente desde que a los manicomios se les consideró pasados de moda. Así fue. La antipsiquiatría devolvió a las familias, cuando no a la dura calle, a personas perturbadas que al final nadie siguió controlando. Mientras tanto, ¿a quien correspondía proteger a la madre de ese joven que la había amenazado varias veces de muerte? La permisividad de los cambios sociales tiene parte de responsabilidad y los escrúpulos desmesurados de una justicia garantista. La oscilación del péndulo ha consistido en delegar a la sociedad todos los males eximiendo de toda responsabilidad al individuo culpable de la trasgresión.

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El momento actual es especialmente ilustrativo respecto a la gran dificultad que se produce a la hora de intentar consensos políticos que integran elementos de religión pero lo cierto es que el laicismo relativizador reduce la posibilidad de fundamentar valores. A principios de un siglo que se desplaza hacia Asia, Occidente ve aún más precaria su identidad, de una parte por el riesgo de una Euroarabia en el contexto del choque con el Islam y por otra por la incidencia acelerada del multiculturalismo en un sistema de valores que tenía sus fundamentos en el mundo greco-latino y en el legado judeo-cristiano. Scruton ha definido la circunstancia actual de Occidente: tener los medios tecnológicos para sostener la existencia de nuestra sociedad más allá del momento en que pueda perder el sentido interior de su valor, y en consecuencia perder la capacidad de sostenerse a si misma por sus reservas inherentes de fe.

Tenemos un alto grado de conocimiento de la naturaleza bioquímica del cerebro humano. Fukuyama dice que no es preciso esperar a la ingeniería genética humana para prever una época en la que podremos mejorar la inteligencia, la memoria, la sensibilidad emocional y la sexualidad, así como reducir la agresividad y manipular la conducta de otras muchas maneras. En realidad, todo eso ya está de camino, con los actuales fármacos psicotrópicos y con su futuro incluso inmediato. ¿Quién podría oponerse a una píldora de la felicidad?

Lo que damos por supuesto es que, en el mundo democrático, el Estado no puede tomar iniciativas eugenésicas. Correspondería, en su caso, a la libre elección de los individuos, y de acuerdo con la ley. Esa es la gran frontera para las próximas décadas. Entiéndase ya el Estado como depositario de las reglas de juego y a la vez como poder regulador.

Uno se pregunta si el dolor va a desaparecer del ese mundo post-humano o si la imperfectibilidad humana va a traernos otras formas de sufrimiento. Hasta ahora, a veces parece como si estuviéramos en una página de una novela sobre un futuro utópicamente feliz. Una versión utilitaria del placer lo distribuye como fármaco: la felicidad consiste en tener a mano lo que se desea porque el deseo ha dejado de ser trascender más allá de placer. Es por estas razones que la biotecnología abre puertas a muy inciertos experimentos de ingeniería social. Ya estamos en un momento en que la biotecnología pudiera alterar la naturaleza humana y llevarnos, en consecuencia, a un estadio post-humano de la Historia. Alterar la naturaleza humana altera el concepto de naturaleza humana, la experiencia como especie y a la vez la religión, si nos atenemos a los valores básicos. En otra instancia, estaríamos hablando de política.