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A Francisco Calderón Regordán

Tu vida ha sido como tus exhibiciones ecuestres. Un alarde de ritmo, dominio y son, pero el parón a raya final nos ha sorprendido a todos, dejando surcos de soledad y dolor, y clavándonos el corazón con la rueda de tus espuelas. Cuando recibí la triste noticia de tu marcha, atónito e incrédulo, no te podía imaginar más que de frente, montando tu jaca y saludando, sombrero en mano, en parada perfecta, iniciando una y otra vez el continuo campeonato de tu vida. Sensación extraña e inenarrable, la imagen se repetía una y otra vez, con la misma conclusión siempre, ¿no es posible! En la nebulosa del dolor fueron pasando las primeras horas, y las imágenes, como moviola sin fin, no se apartaban de mi cabeza, torbellino de piruetas, medias vueltas y cambios de mano, y tú siempre, digno jinete, transmitiendo esas órdenes imperceptibles en sintonía perfecta con tu caballo una y otra vez. ¿No es posible!

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Camino de Arcos, como tantas otras veces he hecho, iba a verte y esta vez, el recibimiento de esas colinas y cerros de Gibralbín, tenían un tinte de soledad y desolación que las lágrimas me hacían ver como algo irreal e imposible. La imagen esta vez, a un lado y otro, era la de un jinete a la vaquera, sombrero ladeado, montado en su jaca, despidiéndose tras el lomo de un cerro desapareciendo poco a poco de la vista, pero con la sensación de verlo retornar Y entonces el aire se volvió un aplauso y un olé en tu honor. ¿Por qué has concluido tan pronto? ¿Por qué nos has dejado la sensación de un concurso inacabado? ¿Por qué ? Supongo que habrás llegado de frente al Juez Supremo, que al quitarte el sombrero para saludar, tras el parón en raya mejor del mundo, te habrá dado la calificación máxima que tú te mereces. Recibe el abrazo y el aplauso más sincero de todos los amigos que han tenido el honor de conocerte.

Manuel Vázquez Bobillo. Cádiz.