opinión

El Comentario | El camino de Rajoy hacia el 2012

El procedimiento arbitrario utilizado por Aznar para designar al sucesor tras su decisión de retirarse él mismo voluntariamente del liderazgo del PP proporcionó al elegido, Mariano Rajoy, una notoria falta de legitimidad democrática, aun sin entrar en el espinoso asunto de si aquélla decisión, que postergaba inexplicablemente a Rodrigo Rato, fue o no la acertada. Aquel inconveniente hubiera desaparecido si poco después de aquella designación el elegido hubiese refrendado su liderazgo ganando la presidencia del Gobierno en las urnas, pero es sabido que no fue así, y aquel déficit lastró la ejecutoria del líder popular.

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El pasado 9-M, Rajoy perdió las elecciones generales por segunda vez. Es bien cierto que si cuatro años antes el PP logró 9.630.000 votos y 148 escaños, ahora ha mejorado su posición hasta los 10.276.000 votos y 154 escaños. Con todo, en democracia se gana o se pierde -no hay en realidad posiciones intermedias-, y en 2012 Mariano Rajoy, si llega políticamente indemne a aquella fecha, habrá tenido que arrostrar el desgaste de ocho años en la oposición. De otro lado, es perfectamente natural que en un gran partido democrático, en el que es lógico que existan muchas y muy variadas ambiciones, se plantee con toda crudeza la posibilidad de renovación del liderazgo cuando éste, como es el caso, no ha logrado imponerse en las instituciones. ¿Cuántas veces se le debe consentir a un candidato que pierda en las urnas? ¿Cuándo llega el momento de la renovación? Son preguntas inquietantes que, como es obvio, no tienen una respuesta unívoca.

Hoy por hoy, es manifiesto que no existe una oposición explícita y abierta contra la continuidad de Rajoy al frente del partido. Sí es conocido que tanto Esperanza Aguirre como Alberto Ruiz-Gallardón aspiran al liderazgo, y de hecho pugnaron hace poco por conseguir acta de diputado, un requisito que hubiera facilitado el desarrollo de su aspiración. Y nadie puede descartar que haya otros aspirantes ocultos, que se lanzarían al ruedo si se les diera una oportunidad (ya se sabe que en nuestros actuales partidos, los aparatos, beneficiados por la existencia de las listas cerradas, detentan un poder omnímodo en el seno de las organizaciones). Y es muy probable que estas ambiciones crezcan y se extiendan a lo largo de la legislatura.

Así las cosas, parecería lógico y deseable para la estabilidad interna del PP, que tanto influye como es lógico en la tranquilidad del sistema político general, apoyado en las dos grandes patas que son los principales partidos estatales, que el Congreso popular de junio resolviera definitivamente la cuestión del liderazgo en esta legislatura. Y es claro que el asunto no quedará resuelto si, como se prevé por el momento, Rajoy es el único candidato, y la adhesión que recoge es consiguientemente a la búlgara.

La verdadera estabilización del PP se conseguiría si en junio se presentasen efectivamente, además de Rajoy, quienes tengan aspiraciones reales de sustituirle. Es decir, Esperanza Aguirre, Alberto Ruiz-Gallardón -quien en principio podría integrarse en la lista de Rajoy- y cuantos zapateros se animen a probar fortuna. La supervivencia en Internet de páginas apologéticas (Esperanza2012 y Gallardón2012) confirma que las ambiciones no son sólo implícitas. Y para que la afluencia plural se produzca, habría, lógicamente, que aliviar los requisitos necesarios para cada candidatura, ya que resulta muy difícil actualmente reunir las firmas del 20% de los compromisarios (unos 600 de un total aproximado de 3.000).

Si Rajoy venciese en esta competición realmente abierta, y es muy probable que lo hiciese por amplio margen, tendría un relevante bagaje de autoridad moral que acallaría absolutamente cualquier disidencia interna y alejaría el surgimiento de cualquier rivalidad posterior. Es claro que ello fortalecería la opción política que Rajoy encabeza y que debería dar a éste manos libres para cerrar o no los pactos con el PSOE que acaban de plantearse en la investidura. Unos pactos que, en las circunstancias actuales, serán también motivo de discordia entre las diferentes alas de sus bases partidarias.