AL AIRE LIBRE

En buena hora

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

ntre los colectivos agraviados por la persecución religiosa de la República y la Guerra Civil, las hermandades y cofradías figuran en lugar tristemente privilegiado. A la quema de sus sedes canónicas se unió la pérdida de gran parte de su patrimonio, mereciendo lugar destacado las Imágenes Titulares, y la tortura y decreto de muerte contra los cofrades, señalados como católicos. Si bien en Jerez el balance no fue dramático, no pueden olvidarse lugares emblemáticos y cercanos como Sevilla y otros, donde Templos y Titulares corrieron suerte fatal: San Marcos, San Julián, Santa Marina, la Capilla de San José son ya para la historia hispalense testigos de un largo rosario de terrores. Si bien una parte de la historiografía, aliada con el progresismo revisionista de la Memoria Histórica, ha tratado de presentar la persecución religiosa como brotes espontáneos que fueron poco menos que fruto de la casualidad, la abundante documentación existente y la serena exposición llevada a cabo por algunos divulgadores de la Iglesia, como Monseñor Montero, ha ido poniendo en claro muchas cosas, que si bien siempre lo fueron, quedaron minimizadas y tergiversadas por la propaganda progre. Por esto y muchas razones más, Las VI Jornadas sobre Hermandades y Cofradías convocadas para esta semana entrante, bajo el título La Segunda República y la Religiosidad Popular constituyen uno de los mejores aciertos del Consejo, por no decir el más importante, de los últimos tiempos. Hay que destacar el gran plantel de conferenciantes: don José Leonardo Ruiz Sánchez de la Universidad de Sevilla; el genial y siempre polémico Pío Moa, todo un polemista en el candelero, y la prometedora presencia de un joven historiador y Doctorando del Programa de Estudios Europeos, D. José Antonio Domínguez Mateos, nuestro amigo Nene, a quien le espera una larga y fructífera andadura como analista de nuestra historia contemporánea, y que además une a su preparación intelectual su vocación pura y entregada como costalero de sobrado oficio. En definitiva, todo un lujo oportunamente ofrecido al final de nuestra Semana Santa, para deleite e ilustración en estos tiempos en los que, por lo que a la Unión de Hermandades concierne, han demostrado valentía y ganas de estar en los frentes donde hoy se libran las batallas entre las falsedades y la verdad.