UN MILICIANO de Al-Sadr camina fuertemente armado por Basora. / AP
MUNDO

Las fuerzas de seguridad iraquíes se examinan en Basora sin el apoyo de EE UU

El Gobierno de Nuri al-Maliki y sus recién estrenadas fuerzas de seguridad pasan su examen de reválida en Basora. El propio primer ministro iraquí se dio ayer 72 horas para aprobarlo, el plazo en el que las milicias del clérigo radical chií Moqtada al-Sadr deberán entregar sus armas en las comisarías si no quieren convertirse en «proscritos» y recibir «un severo castigo» en la primera operación que las autoridades de Bagdad realizan sin apoyo -aunque sí con dirección- de las tropas estadounidenses y británicas.

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Al-Maliki ha prometido «perdonar» a los combatientes que se rindan antes del fin de semana. Su oferta o ultimátum ha sido rechazada y todo apunta a que las próximas jornadas serán sangrientas. En ellas, las nuevas tropas iraquíes formadas por Washington deberán demostrar su grado de madurez. Será la primera campaña militar de rango que realizarán en solitario, la que dará pistas sobre la posibilidad de una retirada de los soldados extranjeros en un futuro próximo. «Esto es cuestión de los iraquíes. Son las fuerzas del Gobierno las que deben tomar las decisiones», dijo desde Bagdad el general Kevin Bergner, portavoz del Pentágono.

Tierra quemada

De cualquier forma, repiten la táctica que han visto a sus maestros y arrasan de forma indiscriminada con los supuestos feudos del Ejército de Mahdi. Más de cuarenta supuestos insurgentes han caído ya en la ciudad petrolífera del sur y otra veintena también podría haber muerto en el barrio Sadr City de la capital, adonde se han extendido los disturbios, al igual que a otras localidades como Kut, Samawa, Nasiriya, Hilla o Diwaniya. Los seguidores del joven líder religioso, para dejar clara cuál será su postura, han lanzado una campaña de desobediencia civil y han 'recomendado' el cierre de comercios y escuelas.

La presión se ha depositado en el Ejecutivo de Al-Maliki, obligado a demostrar que puede mantener la seguridad con sus propias fuerzas. Y esa espada de Damocles puede colocar aún mayor responsabilidad sobre el primer ministro si, como se prevé, la producción y las exportaciones de petróleo desde Basora se ven interrumpidas si en los próximos tres días los trabajadores no pueden acceder a los pozos.

Los operarios del crudo de la región trabajan en turnos de veinticuatro horas y los que se han visto sorprendidos por la revuelta en los centros de extracción llevan sin ser reemplazados desde el martes. «Atravesamos un momento muy difícil porque carecemos de alimentos y la moral baja cada minuto. El calor es insoportable y nos veremos obligados a cerrar los yacimientos», aseguró ayer uno de los responsables de la compañía petrolera que opera en Basora.