Jerez

Los menús de 120 euros

CALLE PORVERA Quiero dedicar esta columna semanal a desmentir la etiqueta que muchos cuelgan a los catalanes. Es falso que sean tacaños. Y a las pruebas me remito: basta con comprobar la generosidad con la que tratan a uno de los padres de su corriente hispanofóbica, el gran Josep Lluís Carod-Rovira, que es como le gusta que le llamen a pesar de lo que ponga su carné de identidad. Me explico.

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Vaya por delante que Carod siempre me ha parecido un jeta -políticamente hablando-, un tipo capaz de transformar verdades a su antojo para mantener vivas sus aspiraciones independentistas. Pero resulta que esa jeta parece ir mucho más allá y empeñarse en demostrar que su republicanismo, su izquierdismo y su supuesta defensa del débil no son más que una fachada hipócrita que roza lo escandaloso. Y sigo explicándome.

Han pillado al bueno de Josep Lluís comiendo menús de 120 euros. 20.000 de las antiguas pesetas por cada comilona que cargaba a las cuentas públicas del Gobierno de la Generalitat. Y, mientras, sus escoltas, conformándose con bocadillos de tres euros, según señalan las informaciones publicadas sobre este asunto. ¿¿¿Toma izquierdismo, sí señor!!! Ahora entenderán los lectores por qué sostengo que la racanería de los catalanes es una mentira de las gordas, y un mito que realidades como ésta desmontan por completo.

Se trata des un caso muy parecido, por no decir idéntico, al del gobernador estadounidense especializado en perseguir la corrupción y la prostitución y sobre el que han descubierto que era un cliente más o menos habitual de prostitutas de lujo, y cuya contratación cargaba igualmente a las arcas públicas.

Son, en definitiva, dos ejemplos más de la hipocresía que en muchas ocasiones -demasiadas- rodea a la política y, sobre todo, a los políticos.