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La racha

Durante esta irregular temporada, tanto el entrenador como los jugadores amarillos han repetido en varias ocasiones que el fútbol es «una cuestión de rachas». Aunque no nos dicen ni quién las origina ni cómo concluyen, sus explicaciones nos dan a entender que son vaivenes periódicos determinados por el azar, por unas causas incontrolables o por unos factores imponderables. No dependen, por lo tanto, de la voluntad ni del acierto de los actores. En las buenas rachas se suceden las victorias; en las malas, por el contrario, por mucho que se esfuercen los futbolistas, el balón -que a veces es testarudo- se niega rotundamente a entrar en la portería contraria. Por eso son, sobre todo los delanteros quienes más disfrutan o más sufren estas aciagas oscilaciones. El domingo pasado, con el triunfo frente a Poli Ejido, se ha roto una mala racha, pero aún ignoramos si la buena racha se iniciará a partir de ahora. La respuesta nos la proporcionará el equipo en el estadio de Gran Canarias: si vuelve a ganar, el acercamiento a esos cincuenta puntos que, en la actualidad, constituye la meta ansiada -además de refrendar el triunfo logrado-, proporcionará a los jugadores la serenidad que durante la primera vuelta les ha faltado y hasta es posible que la afición se vuelva a entusiasmar. Por lo pronto todos estamos encantados con el juego y con los goles de Natalio e, incluso, con la decisiva aportación de Gustavo López, pero Bangoura y Kosowski, por lo visto, aún no se han adaptado.

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Permítanme, sin embargo, que aproveche esta ocasión para unirme a los críticos y aficionados que han lamentado el comportamiento de ese exaltado, brutal, vil, cobarde e infame energúmeno que lanzó la botella a la cara de Armando en el Estadio Manuel de Lopera. Aplaudo a los aficionados que, valientemente, lo señalaron para que fuera detenido y sancionado.