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'La señora'

Tras una acertada preparación artillera, TVE 1 estrenaba el jueves La Señora, una producción de Diagonal TV (Amar en tiempos revueltos) ambientada en la España de los años veinte. Es una serie de producción lujosa y esmerada, que no ha reparado en gastos de rodaje y que aspira a reanudar el difícil género de las series de época, como La saga de los Riu, que algún veterano recordará. Narrativamente, la historia puede ser catalogada como folletón progresista. Folletón, porque recupera todos los tópicos elementales del género, pasiones y amoríos, codicias y crueldades, pinturas naïf del bien y el mal... Progresista, porque la productora lo plantea expresamente así: «La historia de Victoria, en unos tiempos opresores y de grandes riquezas y grandes pobrezas, donde la mujer no disponía ni de derechos ni de iniciativas propias». ¿Eran realmente así aquellos tiempos? La promoción de TVE dice que la serie se propone «contar aquella época de una manera distinta a como se ha contado hasta ahora». Una frase interesante, porque esa época no se ha contado de ninguna manera en televisión.

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¿Alguien está en condiciones de decir un solo producto que se haya ocupado en profundidad de los años veinte en España? Hemos visto narraciones ambientadas en los finales del siglo XIX, en la Semana Trágica, en la guerra de Marruecos, en la Cataluña del pistolerismo sindical y empresarial y luego, por supuesto, en la etapa de la II República, la guerra civil y los años de Franco, pero ¿los años veinte? Esa etapa, en la historia de España, tiene un nombre propio: Miguel Primo de Rivera, el general de una dictablanda, apoyada por anchísimas fuerzas sociales y que contó con el líder socialista Largo Caballero en la Secretaría de Estado para el Trabajo. Hace poco ha publicado Ramón Tamames un libro sobre esa época: Ni Mussolini ni Franco: la dictadura de Primo de Rivera (Planeta). Para el lector interesado, será divertido contrastar la interpretación de Tamames con el relato de La Señora: se verá que la serie es esencialmente una caricatura dibujada con trazos del siglo XXI sobre una época cuyo verdadero retrato sigue esperando un dibujante. Mejor si no pretendieran vendernos la burra del realismo histórico.