MUNDO

Gaza agoniza por el bloqueo

Hoy, como todos los días hace ya muchos meses, el 80% de las familias de Gaza comerá sólo gracias a la ayuda humanitaria y el 40% de la población en edad de trabajar vagará sin remedio porque está en el paro. Heridos graves y enfermos terminales se morirán poco a poco en sus camas porque Israel no permite que salgan de la Franja para recibir asistencia y los hospitales padecerán su habitual corte de luz diario, de entre 8 y 12 horas. La desastrosa situación es conocida, los datos confirman más o menos otros ya publicados, pero la voz de alarma la ponía ayer en Londres un grupo de ONG -entre ellos Amnistía Internacional, Intermon Oxfam y Save the Children- a través de un último informe global sobre el desastre, encabezado por una constatación demoledora: Gaza se ahoga en la peor crisis humanitaria desde que en 1967 empezó la ocupación israelí.

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Una crisis, advierte el documento, «obra del hombre, completamente evitable», que «con la necesaria voluntad política, puede invertirse». Según el estudio, la devastación de las estructuras básicas de agua y alimentación y la destrucción del sector público acercan a este territorio al colapso total. «La actual estrategia en Gaza está fallando a todos los niveles», resuelven, con una única fórmula como solución. «Hay una necesidad urgente de diálogo y reconciliación para crear un proceso de paz efectivo y creíble con Israel», reclaman las ONG como primera medida, coincidiendo precisamente con la reanudación de las conversaciones posterior a la matanza de Yabalya del fin de semana pasado.

El estudio británico no se queda en un mero retrato del deterioro. Culpa del «exponencial» empeoramiento de las condiciones de vida en la Franja a Israel y al boicot económico impuesto sobre Gaza tras la victoria electoral de Hamas en 2006. Un boicot radicalizado con ocasión del asalto al poder del partido islamista y, en una segunda vuelta de tuerca, en represalia por los «indiscriminados ataques con cohetes contra Israel», que las ONG también reprueban con dureza.

«Mientras hablamos, las aguas residuales se están vertiendo literalmente en las calles». Eran palabras del responsable de Care Internacional, otro de los colectivos de defensa de los derechos humanos involucrados en este estudio, pronunciadas ayer en la capital británica, donde otro dirigente, Phill Bloomer, de Interpon Oxfam hablaba de Gaza como «una cárcel». Y del embargo como «un castigo colectivo», que el estudio recuerda, está prohibido por las leyes internacionales.