El número dos de las FARC, Raúl Reyes. / AP
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El Gobierno colombiano dispara la tensión al acusar a Ecuador de amparar a las FARC

El Ejecutivo de Álvaro Uribe anuncia que en la operación transfronteriza descubrieron pruebas que «vinculan» al presidente Correa con la guerrilla

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Las llamadas de teléfono entre los mandatarios de América Latina, los mensajes y comunicados de ida y vuelta resultan frenéticos tras la muerte de 'Raúl Reyes' en un intento de atajar la crisis política que sacude a la región. Sin embargo, conforme pasan las horas, suben de tono las acusaciones. Colombia fue ayer el último país en desatar la polémica al contraatacar a Venezuela y Ecuador acusándoles de mantener vínculos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). De hecho, según el Gobierno de Álvaro Uribe, los contactos entre el mandatario venezolano y la guerrilla se remontan años atrás. En estas conversaciones, Bogotá sostiene que Chavéz entregó 200 millones de euros a los rebeldes e incluso alentó el derrocamiento del presidente colombiano.

Estas delicadas acusaciones las comunicó ayer en rueda de prensa el director de la Policía de Colombia, el general Oscar Naranjo, basándose en los mensajes encontrados en los tres ordenadores y otros documentos que recogieron en el campamento donde murió el 'número dos' de las FARC. El alto mando reveló, además, que poseían claras evidencias de que se tramaba un complot internacional para derrocar al Gobierno de Uribe, el principal aliado de Estados Unidos en la zona.

Revisión de los hallazgos

El contenido de las pruebas halladas revelaban, según Naranjo, una relación directa entre Hugo Chávez y 'Raúl Reyes'. De hecho, en un escrito el presidente venezolano agradecía al jefe de las negociaciones de las FARC haberle entregado unos 32.800 euros en 1992, cuando estaba preso por liderar una revuelta contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez.

Naranjo también indicó que en otra comunicación del comandante Luciano Marín, alias 'Iván Márquez' a sus colegas en la guerrilla, fechada en febrero pasado, se habla de la «financiación de Venezuela a las FARC con 197 millones de euros». Para certificar la autenticidad de estos hallazgos que menciona como pruebas, el militar confirmó que su país permitirá que expertos internacionales revisen los ordenadores. Este ataque contra Chávez se produce en un momento de gran tensión entre ambas naciones vecinas.

Las acusaciones de Bogotá también han salpicado a Ecuador. Sin ir más lejos, la noche del domingo aseguraban tener indicios contrastados sobre los vínculos del Gobierno de Rafael Correa con las FARC. Supuestamente, un ministro ecuatoriano habría pedido a la guerrilla un gesto, concretamente la entrega al país del cabo Pablo Emilio Moncayo, secuestrado hace diez años, para reforzar la imagen internacional del presidente, quien a cambio habría prometido retirar de la frontera a los altos mandos militares más duros con el grupo rebelde.

La nueva acusación colombiana se produjo en un momento en el que los ánimos estaban realmente exaltados, especialmente con Ecuador, que retiró a su embajador, ordenó la salida inmediata del representante colombiano en Quito, y reforzó con más tropas la frontera común.

Prudencia y cordura

Chávez, por su parte, también cerró la Embajada, lo que en la práctica representa la ruptura total de relaciones diplomáticas, y por el principio de reciprocidad, Colombia debería hacer lo mismo con la suya, aunque todavía no se ha pronunciado al respecto.

Quien sí ha hecho un llamamiento a la prudencia y la cordura es la comunidad internacional. El brasileño Luiz Inacio Lula da Silva mantuvo conversaciones con varios de sus colegas para tratar de frenar la crisis. La chilena Michelle Bachelet señaló que Colombia le debe una explicación a Ecuador «y al conjunto de la región» por violar su soberanía, circunstancia que primero negó y luego tuvo que confirmar. Bachelet se declaró «preocupada» porque no podía aprobar «que no se respete una frontera, por cualquier razón», ya fuera «legítima o ilegítima».

Francia por su parte, se mostró realmente preocupada por la suerte de los rehenes y, sobre todo, por la de Ingrid Betancourt, ya que reconoció que su contacto para lograr su liberación era el propio Reyes. El punto catastrofista lo puso Fidel Castro, quien aseguró que se escuchan «con fuerza en el sur de nuestro continente las trompetas de la guerra».