GARRA. Kosowski salta a por un balón ante uno de los defensas cordobeses. / ANTONIO MARTOS
Cádiz C.F.

Más lejos del ascenso, más cerca del Cádiz

Tras una mala primera mitad, el Cádiz reacciona y empata en Córdoba Natalio y De la Cuesta golean, y Cristian y Rivas se marchan lesionados

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Un gol en propia puerta por un error calamitoso, otro casi con la llegada del ecuador, dos lesionados de cierta gravedad y la sensación de que el tuerto había mirado a la cara al Cádiz de Calderón. Todo problemas. Un desastre. Pero este equipo, espoleado por la energía e implicación de los nuevos, en esta ocasión plantó cara al infortunio y no se achantó tan fácilmente, como hacía antes.

El conjunto gaditano se mojó en el chaparrón que le caía en el Arcángel y le empapaba hasta los huesos. Nadó contra corriente y marea, y en el río revuelto del Guadalquivir apenas pudo salvar un punto, botín suficiente para una empresa tan poco ambiciosa.

El Cádiz está hoy más lejos del ascenso, pero más cerca de su verdadera identidad, esa que perdió con el descenso y no la ha vuelto a recuperar. A Calderón le queda un arduo camino por delante, pero poco a poco va recabando esos futbolistas del perfil que exige: actitud hasta el final, espíritu de equipo, sacrificio y demás valores que se pierden en las pretemporadas con discursos grandilocuentes.

El empate a dos sólo refleja la emoción de un duelo apasionante, como lo son aquellos en los que los delanteros superan a las defensas. El equipo amarillo tiró de la famosa manta hacia arriba y se le descubrieron los pies durante 45 largos y estresantes minutos. El descanso puso las cosas en su sutio, pero ya fue imposible recuperar la calidez en los extremos muy inferiores, por muy gordos que fueran los calcetines.

Mal día de Cristian

La tarde ya se torcía para Cristian a los cuatro minutos del comienzo del choque. Inexperto, corría hacia atrás para alcanzar el balón que nunca miró, y que tras rechazar en su espalda quedaba en los pies del rival. El menudo lateral cortaba la acción en falta, excusa perfecta para que su tocayo Díaz expusiera sus excelentes argumentos a balón parado. El magnífico lanzamiento del cordobesista entraba saludando al palo y esquivando los guantes de Contreras.

El Cádiz no le perdía la cara al encuentro, pero eran demasiados pedruscos en la senda. Rivas sería el primero en caer, lesionado, con sus interminables problemas en los abductores. Parri debía tomar las riendas en la medular. Al poco tiempo, Cristian se echaba las manos al cuádriceps y Raúl López le daba el relevo, pasando a Gonzalo Vicente a la derecha. Diezmado, desconcentrado, desconcertado, el equipo gaditano entregaba la cuchara y Pineda se relamía de gusto con el segundo gol de la tarde, aprovechando su posición de fuera de juego y la candidez de los zagueros visitantes.

Todo parecía perdido. Pero, arrepentido de tal desconsideración, la diosa Fortuna echaba un cabo a los amarillos para que se asiesen y no se ahogaran todavía. Suficiente. Natalio recortaba distancias después de driblar dos veces a Julio Iglesias, y daba esperanzas de poder arreglar el desaguisado.

Y en la segunda parte llegaría el monólogo. Los pupilos de Calderón se volcaban en pos del empate, puerta obligada para alcanzar una victoria. Kosowski con una jugada personal dentro del área, Parri de falta y Gonzalo desde lejos eran los protagonistas de las primeras escaramuzas, hasta que De la Cuesta enganchó un balón perdido en el área para establecer la igualada.

El Cádiz apretaba los dientes y buscaba el tercero. Y los cordobeses estaban entregados. Pero no se pudo completar la faena. El disparo final de Natalio rozó la madera y la plantilla se marchó a casa con una sensación extraña. Primera está cada día más lejana, pero el camino ya comienza a marcarse. Para qué coger atajos, con lo fácil que es perderse.