Pringados

En los tiempos que corren no hay sentido de la historia. Lo comprobamos, una vez, más, al salir a subasta pública el ostentoso Rolls Royce desde el que el ex alcalde Marbella, Jesús Gil y Gil, tanto se exhibía por Puerto Banús y las avenidas más principales de su ciudad a lo largo de la segunda mitad de los años ochenta y primera de los noventa. El vehículo ha sido adjudicado en 39 mil euros y no interesa mayormente la identidad del adjudicatario.

Porque lo cierto es que se ha perdido una buena oportunidad de haber levantado un monumento a la corrupción nacional, a partir del subastado vehículo, que tanto se prodigó en los espacios turísticos de aquellos años que, posteriormente, se fue extendiendo hacia el interior hasta convertirse (la fórmula de las comisiones) en un signo de identidad de la España desarrollista y del mangaso.

Y ahí pringaron concejales, abogados, notarios, periodistas, constructores, policías, mafiosos, señoras y señoritas fugitivas de las buenas costumbres y algún que otro diplomático bilingüe de exquisitos modales. Mucha canalla internacional, en definitiva, con profusión de pretendidos devotos islámicos y detectives malditos y traficantes en desbandadas supervivientes de los ajustes de cuentas en el sur de Italia y en el Bronx neoyorquino.

Un monumento con el Rolls de Gil como argumento central de un recordatorio monumental para las generaciones venideras, aunque, quizá, tal como se va desarrollando la contemporaneidad, no es descartable que el ex regidor de Marbella pase definitivamente a la historia como un pícaro costumbrista que por simples razones de calendario no pudo figurar en ninguna historieta cervantina.

En caso de dudas consulten al gran escritor malagueño, Juanito Madrid, con miles de madrugadas de escalofríos en sus espaldas. Porque algo habrá que hacer y asumir para que la crónica de la procelosa España compulsivamente consumista de los últimos años no se pierda irreversiblemente en la anestesia reaccionaria de la actualidad.