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Albania, Bosnia y Kosovo

Los serbios siempre habían soñado con la Gran Serbia, a lo largo del imperio austrohúngaro y al desmoronarse la Yugoslavia de Tito, pero al despertar ayer, cuando ese sueño se había convertido ya en una de las muchas pesadillas balcánicas, vieron desprenderse de sus fronteras, como antes Montenegro, que les asomaba al mar, hasta sus raíces kosovares, en el corazón de Kosovo. Kosovo es ahora un proyecto de Estado que ha declarado su independencia con el estímulo de Estados Unidos y los países más atlantistas de la Unión Europea, cuyos 27 ministros de Asuntos Exteriores buscaban ayer en Bruselas una estrategia común para el reconocimiento de la independencia kosovar.

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Ya ha decidido la UE enviar a Prístina una misión civil de policías, jueces y funcionarios para enseñar a los kosovares cómo se organiza un Estado. Los cursos deberán impartirse de forma acelerada, pues para ser independientes, una población y un territorio deben conocer las reglas básicas de una administración pública. A Kosovo no van a faltarle ayudas, y no sólo porque mucho antes de declararse independiente ya le habían garantizado varios países europeos su pleno reconocimiento sino porque se trata de una pieza en el tablero de ajedrez del mundo, en el que Rusia y Estados Unidos (con la Europa más occidental, excepto España) pretenderían reajustar sus espacios de influencia.

El ministro Moratinos informó a sus colegas europeos que España no va a reconocer la independencia de Kosovo porque no respeta la legalidad internacional. La UE ya había tratado con Condoleeza Rice el reconocimiento, sin que tuviera que ser necesariamente inmediato y jubiloso, por lo que la postura española, que no se ha expresado como un rechazo frontal, encajaría finalmente en la decisión colectiva. Posiblemente el Gobierno de España haya tenido en cierto modo presente en su postura la de los independentismos españoles, de los que fue muestra anteayer la entusiasta declaración de la portavoz del gobierno vasco sobre la independencia de Kosovo, como si esa operación que siembra de interrogantes el futuro balcánico y hasta europeo fuera un modelo a seguir por los sabinianos más delirantes del nuevo milenio.

Bush habría querido, moviendo la ficha de Kosovo, debilitar la influencia de Rusia en los Balcanes, lo que han percibido claramente los países del entorno balcánico, Grecia, Rumania, Eslovaquia , que también se niegan de momento a reconocer la independencia kosovar. Ese leve debilitamiento de Rusia en esa zona respondería al debilitamiento muy notable que para Serbia, tradicional aliada del zarismo, el régimen soviético y Putin, supone el desgajamiento de Kosovo. Sobre todo cuando ha diminuido la influencia de Belgrado en Macedonia, ha cortado lazos de sumisión Montenegro, y la cuna histórica y emocional de los serbios se independiza ante la mayoría abrumadora de la población musulmana frente a un diez por ciento de eslavos.

Va contar así Europa con tres Estados de etnia musulmana: Albania, Bosnia y Kosovo. Y Turquía llamando a las puertas de la UE, donde abundan las contradicciones. Por ejemplo, Sarkozy se opone al ingreso en la UE de Turquía, pero abre los brazos al reconocimiento d ela independencia de Kosovo.