LA RAYUELA

No tengo estribillo

Siniora, siniora... no tengo estribillo! ¿Corra! aun está a tiempo de escuchar a Las rumanas hoy en el Carnaval Chiquito. Última oportunidad para disfrutar La chirigota de las golfa de las niña en este día de regalo con que se despide en Cádiz a don Carnal. De paso, busque a Las recortables, los Diplomáticos de la República de Guatifó, Il Divo, El Genio y Aladino (Hassan), Silencio por fagot, la Muerte, etc.

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Las rumanas hablan de inmigrantes, como la mala chirigota que nos ha traído el carnaval electoral nacional: la de unos cuantos encorbatados y emperifolladas que quieren arrancar votos al precio que sea, incluso al de convertir un asunto de Estado (la inmigración en países civilizados), en un problema. Un problema que se agranda activando los resortes culturales xenófobos que todos llevamos dentro (porque fuimos educados en un nacionalismo excluyente) y que con la crisis económica deriva en execrable racismo. Y ahí sí hay un problema. Pero lo están creando ellos, sin maldita la falta que hace. Por torpe mimetismo, imitan a Sarko en lo del contrato a los inmigrantes, sin valorar que él lo hace para arrancar votos a la ultraderecha de Le Pen, mientras aquí no hay a quien arrebatárselos porque ellos encarnan también la extrema derecha. Y movilizarlos no es preciso, ya lo están sobradamente con las manifestaciones de los obispos y las de AVT.

Cantan Las rumanas «Ya no te acuerdas mujer, de ese emigrante español, que se iba afuera a buscarse las papas igual que yo...» Pero claro, como dibujaba Romeu en El País: «Antes de tratar como delincuentes esclavizables a los inmigrantes, deberíamos recordar cuando el abuelo fue picador allá en la mina de la cuenca del Ruhr». Y el personaje encorbatado contesta: «El tuyo. El mío ya era señorito».

Ese misionero de la razón y la poesía que es Juanjo Téllez nos recordaba con ironía y dulzura en una charla en el Instituto Cortadura, que los muertos en nuestras costas no escandalizan como los de ETA, porque son gentes desconocidas que el mar vomita a nuestros pies, pagando el precio que el mercado les impone para entrar en el paraíso, víctimas de otro tipo de terrorismo: el económico.

Es tan chafardera y zafia la propuesta del «contrato a los inmigrantes» que cambia según se anuncie en Melilla o en Cataluña, en lunes o en miércoles. Me pregunto cuál será el comité de sabios que determine si los frijoles, las papas en amarillo o el tango son parte de la cultura y costumbres de «la raza española» o son peligrosas modas foráneas. ¿Qué pamplina, señores!

Si alguien no entiende por qué vienen, que escuche: «Yo vivo en la playa de la Caleta, justo debajo del puente Canal, con humedad, con ratas y sin baño. Me siento ya una gaditana más. Puente nuevo ¿ya! pa que la alcaldesa nos pueda realojar». «(Soy) La que pide parné, la que roba también y la que atraca tós vuestros chalés. También soy la mujer que cuida a tu bebé, y hace tó lo que tú no quieres hacer. La que curra en el bar, y echa las peonás cogiendo fresas cada temporá. Yo soy esa que va a tu casa a limpiar y saca a los abuelos a pasear. Soy la del puticlub, del que has oído hablar, por la que tu preguntas cuando vas».