PAREJOS. Raúl Sánchez pelea con Diego Rivas en el partido de ida. / LA VOZ
Cádiz C.F.

Cádiz y Alavés, al mismo ritmo

Desde el año en que ambos clubes ascendieron juntos a Primera División, han llevado una trayectoria muy similar en lo deportivo así como en lo institucional

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Al mismo paso desde hace cuatro años. Alavés y Cádiz comparten una trayectoria similar. Un ascenso a Primera y otro descenso, cambios en la presidencia y un declive en lo deportivo que tiene a ambos equipos en la actualidad luchando por encontrar la tranquilidad que reporta la zona media de la tabla.

Donde mejores recuerdos guardan ambos clubes es, sin duda, la campaña 2004/05. En aquel ejercicio Alavés y Cádiz lograron el ascenso en la última jornada después de que ambos se unieran en la denuncia por alineación indebida de Toni del Moral, ahora en las filas alavesistas, cuando el Celta consiguió el ascenso en Chapín.

Ya en Primera, comenzaron los problemas. Al comienzo de la temporada ambas directivas disfrutaban todavía de las mieles del triunfo y contaban con una afición volcada. El equipo vitoriano reforzó la plantilla con un mayor esfuerzo económico a diferencia de un Cádiz más humilde. La trayectoria fueron parecidas hasta el punto incluso que el Cádiz perdió la categoría tan sólo una semana antes que el Alavés, que lo hizo en el descuento de la última jornada por culpa del gol del espanyolista Coro.

Poco antes del descenso la comunión entre las directivas y las aficiones comenzaron a complicarse. A Muñoz se le criticó por su austeridad en el mercado invernal que motivó que no llegase un delantero de garantías pese al fichaje de Lobos. Y en Vitoria, Piterman iba agotando su crédito debido a sus excentricidades.

Tanto Piterman como Antonio Muñoz vendieron ascender a Primera. En Cádiz se pensó en Oli como apuesta de futuro. En Vitoria, Piterman seguía siendo el entrenador pese a la presencia de Chuchi Cos. A Oli se le destituyó e incluso Piterman movió el banquillo un par de veces.

En el primero de los casos, Jose González llevó la tranquilidad al club cadista e incluso durante dos meses hizo soñar a la afición. Pero en el norte las cosas se complicaban por momentos. El clima era tan insostenible que raro era el día que la Ertzaintza no acudía a Mendizorroza para calmar a una hinchada que protestaba contra todo lo que olía a Piterman. Y el que más se parecía era Chuchi Cos -su marioneta en el banquillo-, que tuvo incluso que desaparecer del estadio en el descanso de un partido por recomendación policial.

Parte de este clima de crispación se vivió en Carranza. Ante el soporífero final de temporada, las críticas se dirigían a la presidencia, a quien un año más se le acusó de no haber hecho un esfuerzo económico en el mercado invernal para traer a un hombre gol.

Cambio de manos

El ambiente en ambas entidades se iba enrareciendo. Especialmente para la directiva del cuadro vasco, donde Piterman no tenía otra cosa que hacer que insultar a sus jugadores, pasar de la cantera o ir aumentando las deudas de un club que va camino de la desaparición.

Menos grave era la situación en el Cádiz. Pero por distintas razones la afición empezó a no soportar a un presidente que, ante este panorama, comenzó a negociar la venta del club todavía con el campeonato en juego.

Climas insoportables

El desarrollo de la historia final del Cádiz de sobra es conocida debido a la cantidad de capítulos que Baldasano y Muñoz protagonizaron durante algo más de cuatro meses con la venta al abogado madrileño y el posterior regreso de Muñoz a la presidencia.

En el Alavés el clima era insoportable y tuvo que ser un empresario local, Fernando Ortiz de Zárate, quien pusiera el dinero para echar a Piterman. No obstante, el empresario ucraniano dejó una deuda tan grande que no se descarta que el Alavés se acoja a la ley concursal para, mientras se pueda ir saneando la entidad, llegar a un acuerdo con los acreedores y aplazar los pagos.

Y si Piterman dejó deudas en el Alavés, igual hizo Baldasano. Como prueba de las penurias económicas que uno y otro equipo están pasando destaca la venta de Lobos (para hacer caja) o la salida de Pavoni (para ahorrarse la ficha de uno de los jugadores más caros de la plantilla). Esta estrategia también se ha realizado en el cuadro vitoriano, donde recientemente se ha dejado marchar cedido al Osasuna a Astudillo, hasta hace poco el buque insignia del conjunto de Josu Uribe. Dos salidas que dejan a las claras las ideas de dos directivas que antes que intentar ascender prefieren no jugar con fuego ante una posible quiebra económica. Con todo esto es normal que hoy ambos equipos busquen la tranquilidad.