Opinion

Rosado contra la cantera

A mi no me lo contó un amigo en el bar, en el ambigú o como quiera cada cual llamarlo. Yo pude leerlo en este periódico, atónito por la dureza y la crueldad de unas palabras que rezumaban amargura y cierto olor a naftalina y viejo armario apolillado, la clase de armario en el que se guardan palabras como censura. Me pareció mentira ver como Paco Rosado desde la posición privilegiada que tiene en su columna despotricaba de la cantera de nuestro carnaval, cebándose carroñeramente en un debutante cuarteto juvenil, y en concreto en un joven autor de diecisiete años. Porque ha de saber ese amigo de don Paco que criticaba a este cuarteto desde el bar, que el autor no es ningún adulto sin talento, sino un ingenioso joven que lo hizo lo mejor que pudo, y por cierto: lo logró. Pero ese amigo de Paco decía que estos chavales, a pesar de su calidad, hacían poco menos que apología del machismo porque usaron un manido chiste de suegras de esos de los que se oyen a cientos por hora en cualquier agrupación adulta.

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Con esa excusa llegó a plantear la supresión de los juveniles, o como mínimo su censura, amparándose en la palabra corrección. Si lo que quiere es corregir, primero habrá que buscar a alguien con dignidad suficiente para que una valiente cantera del carnaval lo oiga con respeto. Alguien que apoye a los que empiezan en lugar de temerlos, alguien para quien el carnaval no sea una fuente de ingresos sino una fuente de diversión. Y ese alguien ya existe: se llama público y regaló a estos chavales unos aplausos sinceros que seguro les ayudarán a olvidar sus palabras y los animarán a seguir el año que viene.

Ese alguien, don Paco, seguro que no estará junto a su amigo en el bar. Quizás este amigo solo exageró. Después de todo no deja de ser un comentario de bar, donde cualquiera puede ser un sabio con el codo en la barra, los ojos vidriosos, el aliento amargo y el rostro rosado.

Luis Paul Delgado.