MOVIMIENTO. La calle Carlos Haya es recorrida diariamente por los barrenderos y los repartidores de bombonas de butano.
CÁDIZ

Tertulias entre flores y jamones de Covadonga

Carlos Haya cuenta con negocios con gran solera, como el quiosco y el ultramarinos Carburín

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Durante el asedio al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza, el capitán de Aviación Carlos de Haya realizó distintas misiones y en las condiciones más adversas. Cerca de 90 servicios aéreos con carácter voluntario y fuera de servicio de abastecimiento en socorro de los defensores. Los medios precarios en los inicios de la Guerra Civil obligaban a agudizar el ingenio para hacer llegar con precisión y seguridad los suministros. En su empeño por ser más eficaz en los envíos de víveres y medicamentos, este capitán ideó un sistema en el que la mercancía ligera era metida en cestos que estaban atados a las patas de pavos con el fin de amortiguar el golpe con su aleteo en la caída.

En la barriada de Loreto este militar e inventor autodidacta tiene una calle a su nombre. «Desde la asociación de vecinos Campo de la Aviación tenemos la política de homenajear a los héroes aéreos con el fin de ser fieles a la historia de esta zona, que fue en su día un campo de aviación», explica el presidente de la entidad, Jesús Aragón.

Una vía en la que el personaje más conocido es Antonia, la de las flores. Su quiosco, de escasos dos metros cuadrados, enclavado en la calle Carlos Haya con la Glorieta García Morato desde 1987, es punto de encuentro de las vecinas de la barriada. «Aquí nos reunimos 4 ó 5 amigas para hablar de nuestras cosas mientras desayunamos. Estamos tan ricamente», explica Antonia Martínez mientras hace punto. De sonido de fondo, una canción flamenca proveniente del viejo transistor. «Escucho Radio Olé porque está todo el día con canciones», comenta de forma esporádica, en una acción más propia de un eslogan publicitario. A su lado, Manuela García, Ana Meléndez y Juana Caballero -parece mentira que tan poco espacio pueda ser compartido por tantas personas- cada cinco minutos aprovechan para saborear el café. «La calle ahora ha perdido vida, puesto que hay menos gente que antes. Muchos se han ido fuera a vivir y aquí sólo hemos quedado los viejos. La natalidad está vetada en Loreto», señala Ana, al tiempo que Manuela recuerda que «la guardería que existía frente a la iglesia cerró hace dos años porque sólo había dos o tres niños».

Además de claveles y margaritas, Antonia también vende servilleteros y centros de mesa confeccionados por ella misma. «Realizo trabajos manuales desde hace siete años. Aprendí en la iglesia. Un servilletero lo hago en dos tardes. También sé hacer flores con medias. Es algo que me gusta, pues me sirve para estar entretenida», detalla.

En el número 3 de Carlos de Haya se encuentra la Peña de Mujeres La Faz. Un lugar que es frecuentado por Antonia y compañía por las tardes.

Otro de los negocios tradicionales de la calle es Alimentación y Charcutería Carburín. Su propietario de origen asturiano, Luis Acebo, llegó a Cádiz con sólo 15 años para trabajar en un ultramarinos. «Soy de la zona de Covadonga. Me animé a venir porque mi hermano tenía otro establecimiento en la calle Plocia. Desde entonces vivo en Cádiz. Todavía recuerdo la fecha que salí de mi casa, el martes 13 de octubre de 1971», dice en tono reflexivo. Y agrega: «Esta es mi ciudad, en donde tengo las amistades y la familia, prueba de ello es que cuando viajo a mi tierra, a los dos días ya quiero regresar», cuenta mientras corta algo de jamón ibérico.

Origen del nombre

Luis, con 52 años actualmente, le puso a su almacén el nombre de Carburín en honor a su padre y abuelo. A este último «le empezaron a llamar así porque trabajaba en las minas y luego todos heredamos ese apodo».

En relación a las ventas, este asturiano es sincero: «Nos vamos manteniendo desde hace años. Primero fue el Supersol y ahora el Mercadona. Nosotros nos hemos quedado para las cuatro cositas, el pan diario y algo más», detalla. Precisamente a por el pan va diariamente Florentino Carbia, otro vecino forastero de Carlos Haya. «Yo nací en Pontevedra, pero el destino me trajo a Cádiz en 1972. Desde entonces todos los inviernos los pasamos aquí debido a mi mujer, que está algo delicada de salud. Vengo en diciembre y me voy en abril a Aranda de Duero, una localidad a 80 kilómetros de Burgos, para pasar el verano».

El sonido de las bombonas de butano chocando unas con otras provocado por los repartidores es otra de las señas de identidad de la barriada de Loreto y en particular de la calle. «Déjame dos», grita Rosa desde su terraza mientras limpia los cristales de las ventanas.

Un pequeño pueblo

Carlos de Haya es una pequeña vía que comienza en la nueva plaza Campo de la Aviación y termina en la explanada de la asociación de vecinos de la barriada de Loreto. «Esta es una zona tranquila en donde todo el mundo se conoce. Es lo más parecido a un pequeño pueblo», detalla Felipe González, otro vecino que regresa con su carro de compra lleno. Un acto cotidiano que es muy repetido.

jmvillasante@lavozdigital.es