MERCADO. Uno de los pescaderos de la Plaza ofrece su género a los compradores.
Jerez

Un Tourmalet demasiado duro

La mayoría de los jerezanos espera con cierta resignación que pase la cada vez más empinada cuesta de enero

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La cuesta de enero está haciendo «la goma» como un pelotón ciclista. Parece que es el pensamiento único de quienes emplean los cinco sentidos por llegar al día 31 de enero, como el pobre desvalido que gritaba a Santa Rita mientras caía por la cuesta de Medina hacía abajo. En este caso la cuesta no es precisamente descendente, sino más bien todo lo contrario. «El Gallo Azul está con menos plumas que el que estaba en Morón de la Frontera», comenta José Ríos que todas las mañanas se da una vueltecita «para ver las perchas», como él mismo afirma con cierta gracia metafórica.

Dicen algunos comerciantes que no se recordaba una cuesta tan empinada. Ya sabemos que son fechas complicadas y malos tiempos para el bolsillo desprendido, y José, desde la viserilla de su gorra campera, sostiene, con sentido común, que «el dinero debe de estar en los bancos y en las lozas de algunas alcobas porque lo que es rular, ni en sueños».

La pescadería prefabricada que está instalada junto a la Plaza de Abastos está que hecha humo a las doce del mediodía. «Mucho jaleo, pero los veinte duros no los veo», grita, sin embargo, un pescadero que calza unas botas verdes de goma y una camisa blanca. Ciertamente, huele a goma. Lo ha comentado María Silva que espera con paciencia en la cola de uno de los puestos. «Qué quieres que te diga, hijo -afirma la buena señora-. El maldito mes de enero está achuchando más que un yerno en una herencia». Se ríe hasta el pescadero mientras despacha. Al mal tiempo buena cara.

José Ríos, mientras, ha visitado a un amigo que dice que le gusta tomarse un vasito en el bar La Vega. «Yo me solidarizo con él y no lo dejo solo. Ahí es donde hay que estar con los amigos», comenta. No irá tan mal la cosa cuando todavía quedan jurdeles para una copa al llegar la hora del aperitivo. «La cosa está muy mala. Pero no te creas... que no llegará la sangre al río. Y yo de ríos sé un rato, que para eso me llamo así. Además, la culpa la tiene la prensa, que siembra el terror por todos lados», y habiéndose quedado a gusto tras matar al mensajero, se adentró en La Vega a buscar a su entrañable amigo y acompañarlo en las fatigas de tan angosta rampa.