TRES MIL AÑOS Y UN DÍA

Térmica de Arcos, un premio al rojo vivo

El PSOE de Arcos participó activamente en la campaña contra la instalación de las térmicas en la vega de dicha localidad y a cuya instalación no se opuso el gobierno local cuando era gobernado por Juan Manuel Armario, del PP. La oposición socialista se basó, en gran medida, en un compromiso personal de la actual alcaldesa, Pepa Caro, aunque hubo otros responsables del PSOE, como su secretario provincial, Francisco González Cabañas, Sebastián Saucedo, Francisco Menacho y José Antonio Gómez Periñán, que mostraron aunque fuera a título privado su simpatía con dicha iniciativa ciudadana.

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Pero las eléctricas mandan mucho en este país: que se lo digan a Manuel Pizarro, el ex presidente de Endesa, el amigo de Aznar y último fichaje del Partido Popular por Madrid. Así que una vez llegada al gobierno municipal, la actual alcaldesa arcense -una poeta espléndida, por cierto-, tuvo que comulgar con ruedas de molino y tragarse sus propias palabras: ella había participado en las manifestaciones contra las térmicas, e incluso firmó un documento por el que se comprometía a denegar o retirar cualquier tipo de permiso a Iberdrola e incluso amagó con paralizar las controvertidas obras, pero por la boca muere el pez. Como atenuante, ella y los socialistas de Arcos argumentaron que el proceso de construcción había sido cerrado por el PP y legalmente no se podía dar marcha atrás. Pepa Caro arguyó, eso sí, que se había sentido incomprendida, aunque no se sabe muy bien si por las estructuras institucionales gobernadas por su partido o por un sector de la ciudadanía que no le perdonó. En cualquier caso, el asunto se vio amortizado por las municipales del pasado año, en las que ella mantuvo la alcaldía en base a su gestión. Hasta ahí paz y después gloria.

Lo que resulta bastante pintoresco es que, andando el tiempo, la Junta de Andalucía termine premiando, esta misma semana, a Iberdrola por su contribución a la prevención de riesgos laborales durante la construcción de la central térmica de Arcos. No es que no pueda legítimamente hacerlo, es que no es bueno hurgar en una herida como esta, aún sin cauterizar. Ni Juan Clavero ni Ecologistas en Acción, la organización de la que es portavoz, han olvidado en ningún momento que la térmica se quedó para siempre en la vega de Arcos y de que nada sirvió el motín cívico en su contra. A su juicio, «el verdadero objetivo político de la lucha contra la térmica, como el tiempo ha demostrado, era terminar con el gobierno del PP en Arcos, lo que se consiguió; más tarde, dicha plataforma dejó de tener el apoyo de los socialistas, aunque mantuvo el de IU y PA». La actitud de la Junta en todo este proceso no fue unívoca, como los propios ecologistas recuerdan que «posteriormente, la Junta concedió algunos permisos a Iberdrola para su térmica, aunque existían informes contrarios de la Consejería de Obras Públicas». «La térmica de Arcos, a pesar de los recursos y denuncias que hemos presentado, unos desestimados por motivos formales, otros por falta de legitimación del denunciante, nunca por sentencia contraria a los motivos expuestos, y otros sin resolver después de tantos años, ya funciona a pleno rendimiento con el beneplácito de la Junta, que no sólo le otorga los permisos que solicita, también le premia», lamenta Clavero.

Y es que, desde luego, las contradicciones institucionales del gobierno autonómico crecen como las setas en torno a este asunto. La consejería de Obras Públicas, por ejemplo, alertó sobre la anomalía que supone el hecho de que la actual térmica se base en licencias y otros documentos que conciernen a proyectos anteriores presentados por Nerón y Guadalcacín Energía, que terminó comprando Iberdrola pero que no serían válidos según dicho departamento oficial. Mientras que los conservacionistas siguen esperando sentados una resolución respecto al recurso que presentaron junto con la propia Junta de Andalucía y la Diputación de Cádiz en 2001 contra la concesión de agua de refrigeración otorgada entonces por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (C.H.G.), que iría en contra de lo dispuesto en las condiciones del Trasvase Guadiaro-Majaceite y del Plan Hidrológico de la Cuenca, recursos que también presentaron la Diputación de Cádiz y la Junta de Andalucía. El colmo de las paradojas es que, tras la aprobación del nuevo estatuto de autonomía, las competencias de la cuenca pasaron a depender de la Junta de Andalucía, que la gestiona a través de la Agencia Andaluza del Agua.

La querencia del PSOE hacia las térmicas viene de tiempo atrás, de incluso antes de que alcanzara el Gobierno estatal y autonómico en 1982: el Plan Energético Nacional de 1981 apostó por este tipo de centrales frente a la nuclearización, cuya moratoria en la construcción de centrales sigue siendo mantenida en España, aunque en algunos países europeos empiece a cambiar de orientación. La primera térmica de la provincia se instaló en Guadarranque y funcionó con gasoil hasta que cambió a ciclo combinado. La segunda en llegar fue la de Los Barrios. La de Arcos, como admiten los ecologistas, es de ciclo combinado, menos contaminante que las tradicionales, pero en pleno fiasco del protocolo de Kyoto y embarcados en la supuesta lucha contra el calentamiento del planeta, la térmica arcense , «debido a la gran potencia instalada (1.600 megavatios) es una de las industrias con mayores emisiones de CO2 de Andalucía, unos 5 millones de toneladas anuales, entre otros gases de efecto invernadero (GEI)». Adiós pues a este antiguo oasis natural. Las visibles emisiones de vapores y gases de la térmica son señales de humo que nos transmiten un mensaje claro: que algo huele a podrido y no son sólo las chimeneas.