PAN Y CIRCO

Cantera desterrada

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ue a estas alturas de la temporada el debate sobre dónde tiene que jugar sus partidos el Cádiz B siga abierto viene a poner sobre la mesa que en el Cádiz CF que nuevamente preside Antonio Muñoz hay manías absurdas que permanecen por el capricho de uno o la ineptitud de muchos. No estamos hablando del equipo filial, que a principios de los 90, y con Ramón Blanco en el banquillo, llenaba cada 15 días la tribuna del estadio Carranza con el buen juego que elaboraban los Kiko Narváez, Arteaga, Javi Germán, Paquito Aragón, Mateos, José Antonio, Fali Benítez y un largo etcétera, pero estos chavales que hoy en día dirige un hombre -Raúl Procopio- que sabe perfectamente de qué va el asunto se merecen un detalle que no es otro que jugar sus partidos en el mismo terreno donde lo hace el primer equipo. El Rosal apunta a una gran ciudad deportiva que sigue en período de construcción, pero de ahí a pretender que sea el feudo donde la perla de la cantera se juegue sus cuartos va un abismo. La cantera amarilla sigue siendo, y van no se sabe cuántos años, la asignatura pendiente de un club que continúa estúpidamente empeñado en forjar su futuro sin contar con ella. Decisiones como la de empeñarse en condenar al segundo equipo a un destierro en el barrio de Jarana confirman que la presencia en el organigrama deportivo del club de gente como Luis Escarti, Barla, Calderón y el propio técnico del Cádiz B no desnivelan la balanza del lado de los que opinan que los éxitos no terminarán de llegar hasta que la entidad no se ponga las pilas con los jóvenes de la casa antes que alucinar en colores con las piruetas de un joven nigeriano en You Tube. Cosas de un fútbol que apuesta por el éxito inmediato para llenar arcas propias y ajenas y saludar desde el balcón del consistorio antes que consolidar un proyecto serio y con una base cimentada en la cantera.