EN EQUIPO. Bill Clinton abraza a Hillary junto su hija Chelsea durante un acto de campaña en Las Vegas. / REUTERS
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Los hispanos de Nevada ponen por delante a Hillary Clinton en la pugna electoral

La senadora neutraliza en los 'caucus' el apoyo del poderoso sindicato de los casinos a Barack Obama Las urnas registran un récord de participación

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De nada sirvió la presión del poderoso sindicato de los trabajadores del sector culinario, que instigaron a los empleados de los casinos para que votaran por Barack Obama. Los hispanos de Las Vegas se mantuvieron firmes y dieron la victoria a Hillary Clinton que, con el 88% de los votos escrutados, se imponía por 51% a 45% a su principal rival. John Edwards se quedaba descolgado con apenas el 5%. Los caucus de este estado registraron un récord de participación con 114.000 electores en ese instante del escrutinio. En la anterior cita electoral sólo habían participado 9.000 ciudadanos y para la jornada de ayer se barajaban entre 30.000 y 100.000.

El salón de convenciones del Hotel Casino Mirage se convirtió en el escenario de una batalla campal. Los del sindicato, vestidos de rojo, entraron dando alaridos, coreando consignas como gritos de guerra, intimidando a sus subordinados, amenazando a los compañeros de trabajo. Al principio los de Hillary Clinton, abrumadoramente hispanos, se sintieron amedrentados, pero pronto se envalentonaron y entraron al trapo de los gritos, las consignas y las carreras en círculo por medio del salón, como indios atacando un carruaje.

Tenían un importante talismán a su lado para que les diera fuerzas: el propio ex presidente Bill Clinton, que se desplazó personalmente hasta el salón del hotel Mirage para saludar uno a uno a los empleados que iban a votar y asegurarse de que nadie se desanimara en el último momento. Terry McAuliffe, ex presidente del Partido Demócrata y actual presidente de la campaña de Hillary Clinton, iba por la cola repitiendo la consigna: «¿Animad a la dama, es la hora de una mujer!».

Ayudar al inmigrante

A las limpiadoras del hotel no les hacían falta más consignas: «Yo voy a votar por ella, digan lo que digan», pregonaba Gabriela Gutiérrez. «Es la más capacitada y si llega a presidente va a apoyar a los inmigrantes ilegales, como hizo su marido». El marido en cuestión avivaba esa hoguera recordando a todos cuánto ha trabajado Hillary con la comunidad hispana desde los tiempos del líder laboral César Chávez. Los hispanos representan el 25% del voto de Nevada, y aunque hasta ahora se habían mostrado ajenos al proceso electoral, Clinton ha demostrado que se les puede involucrar si se les pide el sufragio.

«Aliciaaa!», cantaba una afroamericana del sindicato desde la cola de los que apoyaban a Obama. «¿Ven para acaaa!». Y Alicia, desde el grupo de Clinton, la miraba con desconfianza sin contestarle siquiera. «No te preocupes, que nos vamos a ver otra vez dentro de un minuto», refutó amenazadora Darlen Brown, la del canto de sirena. «Son unos ingenuos, se creen que Hillary va a hacer algo por ellos sólo porque se ha estado paseando por sus barrios y les ha dicho palabras bonitas», protestaba. Ante la sugerencia de que quizás Obama debía haberse dado también una vuelta por los barrios hispanos de Las Vegas, Darlen reflexionó. «Sí, tal vez debió haberlo hecho, pero él no está por una raza, sino por todos los estadounidenses».

Los conflictos raciales habían jugado su papel a la hora de incitar a los hispanos a votar en las urnas por Hillary. En el reino de las minorías algunos se pegan por las migajas. Filipinos e hispanos miraban con rencor la posibilidad de que un negro fuera presidente, aunque pocos querían reconocerlo en voz alta. Durante años han visto cómo los afroamericanos obtienen posiciones ligeramente más ventajosas en los hoteles, donde tienen puestos de seguridad en vez de limpiar los pasillos.

Como ciudadanos estadounidenses que son, disfrutan de los subsidios de beneficencia que ofrecen los servicios sociales, mientras que los hispanos trabajan duro para sacar la cabeza y llaman vagos a colegas de color.

«He mirado su página de Internet y he visto que tiene raíces musulmanas», decía Jerardo Lumbreras. «Para mí eso no se me parece correcto. Además, no pienso yo que un moreno llegue a ser buen presidente, y menos para los hispanos, que somos la fuerza trabajadora de los casinos. No es que tengamos nada en contra de ellos, pero si se fija, los hispanos tenemos muchos enfrentamientos raciales con los morenos».

Los caucus se habían puesto cuesta arriba para Hillary tras lograr Obama el apoyo del Sindicato de los Trabajadores Culinarios, que aglutina a 60.000 trabajadores. Pero los Clinton contrarrestaron con los hispanos, una cantera sin explotar que ha crecido en los últimos años hasta el 25% de los 2,5 millones de habitantes que tiene Nevada.