DRIVE BY TRUCKERS. Buen rock americano. / LA VOZ
Cultura

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El nuevo disco de Drive-By Truckers confirma la solidez de una banda que demuestra encontrarse en óptimo estado de madurez

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La rapidez con que se suceden las tendencias, sin apenas dar tiempo a una correcta y saludable digestión, suele producir una ansiedad anoréxica que sólo encuentra cura cuando se deglute un buen plato de clasicismo. Así, entre tantas recetas pretendidamente originales, qué mejor que dejarse asombrar por la solidez de una buena canción rock de siempre, bien compuesta y arreglada y mejor interpretada.

En ese contexto, Drive-By Truckers, con sus nueve discos a la espalda, si incluimos un directo y la participación en el último álbum de Bettye LaVette, han demostrado con creces que para ellos los códigos del buen rock americano no es ningún secreto. Títulos como Southern Rock Opera (2001), The Dirty South (2003), Decoration Day (2004), A Blessing And A Curse (2006) o el disco de LaVette Scene of the Crime (2007) aclaran cualquier duda al respecto. Las irreprochables canciones incluidas en esos discos, bien cargadas de épica cotidiana y agudas reflexiones sobre la conciencia de un país que siempre juega a ganar y necesita armar a sus ciudadanos para sentirse seguro, son fiel reflejo del presente, a pesar del sonido tradicionalista que las envuelve.

Brighter Than Creations Dark (New West-Dock, 2008), que se publica en esta semana, ahonda de nuevo en la herida, aunque con una visión más universal y versátil. Como el propio Patterson Hood confiesa en la web de la banda, Drive-By Truckers se encuentra en un periodo de transición propiciado por una estimulante coyuntura que incita a mirar hacia delante con perspectivas más amplias. Circunstancias como la partida amistosa de un elemento tan crucial para el grupo como Jason Isbell, quien ya ha firmado su primer álbum en solitario, Sirens of The Ditch (2007); la entrada definitiva de Jeff Neill, un viejo amigo que les apoya en los conciertos y en los discos sin ser componente fijo, y la convincente participación en el citado disco de Bettye LaVette, han abierto las orejas a un Hood que mira hacia delante con madurez, sin dejar de retener un mínimo espíritu de espontaneidad. Esos hechos, sumado a una alternancia en la composición más amplia que de costumbre (Mike Cooley aporta siete canciones y la bajista Shonna Tucker se estrena con tres) y la participación de personajes ilustres, como el legendario músico de los estudios Muscle Shoals de Memphis Spooner Oldham, han diversificado el sonido de una banda que nunca se ha encontrado cómoda con la etiqueta de rock sureño.

Así, la luminosidad desértica que facilita la steel guitar de Jeff Neill en Checkout Time in Vegas, donde hace su aparición el fantasma de Gram Parson, la densidad pantanosa de Goode's Field Road y el pellizco emocional de I'm Sorry Huston enriquecen una paleta de colores estilísticos que no reniega ni del country trotón (Two Daughters and a Beautiful Wife), ni del rock stoniano (3 Dimes Down) ni, por supuesto, del inevitable influjo de Neil Young (The Righteous Path). Todo un caudal de intenciones impulsado con integridad.